16 de julio
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
https://misionerosdigitales.com/wp-content/uploads/2019/07/16-de-julio.mp3
Cada ser humano tiene problemas de amor, por distintos motivos: porque cree que en la vida no ha recibido el amor que necesitaba, o porque descubre su incapacidad de amar en serio a los demás, su egoísmo.
En el fondo está encerrado en su corazón mirando sus problemas e imperfecciones. Es necesario que frene esos pensamientos inútiles, que salga de sí y se detenga a contemplar el amor de Dios.
Él sí es amor, amor puro, sincero, infinito, amor sin límites. Él es amor. Eso es importante. Si me parece que el amor en esta vida no existe, tengo que pensar que sí existe, porque Dios es amor, y es maravilloso que así sea.
Si una persona está preocupada por su imagen ante los demás, por sus errores, sus incoherencias; si le duelen sus humillaciones públicas o lo que los demás digan de su persona; o si sufre porque se da cuenta de sus imperfecciones, es mejor que no pierda el tiempo mirándose a sí misma. Lo importante es que existe él, el perfecto, el Santo. Es mejor detenerse a contemplarlo. Eso es lo importante, que él existe, y él es el Santo.
Pidamos al Espíritu Santo que nos saque de nosotros mismos para adorar a Dios, porque así encontraremos la más agradable liberación.
Inesperada reacción
La anécdota que te presento hoy ilustra muy bien, que no pocas veces nos dejamos llevar por sospechas desprovistas de toda base real. Permitimos que vuele la imaginación y hacemos suposiciones que perjudican nuestras relaciones humanas. Una mente amplia y sin prejuicios es señal de gran nobleza de corazón.
* Enviado por el P. Natalio
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
https://misionerosdigitales.com/wp-content/uploads/2019/07/16-de-julio.mp3
Cada ser humano tiene problemas de amor, por distintos motivos: porque cree que en la vida no ha recibido el amor que necesitaba, o porque descubre su incapacidad de amar en serio a los demás, su egoísmo.
En el fondo está encerrado en su corazón mirando sus problemas e imperfecciones. Es necesario que frene esos pensamientos inútiles, que salga de sí y se detenga a contemplar el amor de Dios.
Él sí es amor, amor puro, sincero, infinito, amor sin límites. Él es amor. Eso es importante. Si me parece que el amor en esta vida no existe, tengo que pensar que sí existe, porque Dios es amor, y es maravilloso que así sea.
Si una persona está preocupada por su imagen ante los demás, por sus errores, sus incoherencias; si le duelen sus humillaciones públicas o lo que los demás digan de su persona; o si sufre porque se da cuenta de sus imperfecciones, es mejor que no pierda el tiempo mirándose a sí misma. Lo importante es que existe él, el perfecto, el Santo. Es mejor detenerse a contemplarlo. Eso es lo importante, que él existe, y él es el Santo.
Pidamos al Espíritu Santo que nos saque de nosotros mismos para adorar a Dios, porque así encontraremos la más agradable liberación.
Inesperada reacción
La anécdota que te presento hoy ilustra muy bien, que no pocas veces nos dejamos llevar por sospechas desprovistas de toda base real. Permitimos que vuele la imaginación y hacemos suposiciones que perjudican nuestras relaciones humanas. Una mente amplia y sin prejuicios es señal de gran nobleza de corazón.
En cierta ocasión invitaron al insigne y culto Juan Kieran a dar una conferencia en la famosa Universidad de Yale. En esa época Kieran era cronista deportivo del Times de Nueva York, y hubo alguna resistencia entre los estudiantes, pues pensaban que la charla de un redactor deportivo no era adecuada al ambiente humanista y clásico de la Universidad. Kieran rebatió sencillamente estas prevenciones y quejas, improvisando el discurso de principio al fin en perfecta lengua latina.Hay otro detalle. Los jóvenes universitarios tenían prejuicios sobre la idoneidad del personal directivo para presentar un conferencista capaz de colmar las expectativas del alumnado. Los prejuicios son fuente de errores y, a veces, muy graves. Busca con objetividad la verdad, confrontando continuamente la realidad.
* Enviado por el P. Natalio