Junio 18-Señor, que no me obsesione por nada


18 de junio
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández



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 Cuando leemos la Biblia descubrimos algo muy bello: que Jesús y las personas santas se dejaban arrastrar por el Espíritu Santo. Por ejemplo, Lucas nos cuenta que después de su bautismo «Jesús, lleno del Espíritu Santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por el Espíritu al desierto» (Lucas 4,1).

También se nos cuenta que, después de que Felipe convirtió al eunuco y lo bautizó, «el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco ya no lo vio más» (Hechos 8,39). De golpe, Felipe se encontró anunciando el Evangelio en otros pueblos.

El que se deja llevar de esa manera ya no está obsesionado por lo que hará mañana, porque sabe que el Espíritu lo llevará donde sea necesario, y eso seguramente será lo mejor.

¡Qué bueno cuando un ser humano es capaz de dejarse impulsar con esa libertad y con esa confianza! Ojalá que seas capaz de aceptar esa experiencia, para que conozcas la libertad del Espíritu Santo.


El niño y su sombra

El conocimiento de ti mismo, con tus fortalezas y debilidades, está en la base de tu crecimiento armónico como persona. Con un ojo en tus virtudes para conservarlas y darles brillo, y con el otro ojo en tus debilidades para neutralizarlas, afronta con esperanza y firmeza esa labor cotidiana de llegar a realizar el proyecto de Dios sobre tu vida.
Un niño de un pueblecito griego tenía que ir a la escuela de un pueblo vecino, a una hora de camino a pie.
Su madre lo llevo el primer día de clases y para llegar a tiempo salieron de su casa al amanecer. Cuando habían recorrido apenas 300 metros, el niño olvidó el propósito de aquella excursión y quedo abstraído ante su propia sombra, que hacía que el niño se sintiera un gigante de 30 metros de altura.
De pronto, la madre se detuvo y mirándole directamente a los ojos le aconsejó: No contemples tu sombra al amanecer, hijo... mírala sólo al mediodía.
A veces, como este niño, podemos confundir nuestra realidad objetiva con otra imagen ilusoria de nosotros mismos. Soñamos con una imagen aureolada y agrandada que sólo representa nuestros deseos. Pero no te engañes a ti mismo: distingue con sinceridad y honestidad tu propia verdad, sin falsas luces que deformen tu juicio objetivo.

* Enviado por el P. Natalio

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