19 de junio
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
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El Evangelio de Juan nos dice algo muy interesante sobre el Espíritu Santo: «El viento sopla donde quiere. Tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu» (Juan 3,8).
Cuando dejamos actuar al Espíritu Santo, experimentamos algo en nuestra vida, pero no lo podemos explicar ni lo podemos controlar. No es posible prever todo lo que él puede hacer en nosotros, ni podemos calcularlo o contabilizarlo. Escapa a todos nuestros registros, siempre nos sorprende.
Porque él puede actuar en medio de una alegría o de una tristeza; puede regalarnos una gran emoción, pero también puede hacer una obra preciosa en medio de nuestra aridez; puede llevarnos a lugares que nunca imaginábamos, pero también puede hacer maravillas en medio de la rutina y la normalidad. El actúa con total libertad, y nosotros no podemos ponerle condiciones ni exigirle que lo haga de una manera o de otra. Permitámosle que haga lo que él quiera, porque seguramente eso será lo mejor para nosotros.
La oración humilde y confiada es el poder que Dios pone en tus manos para que, como un niño muy sencillo, le pidas lo que necesitas. Pero no debes suplicarle con desesperanza, ni con una oración agitada, como si quisieras exigirle el cumplimiento de tus deseos. A Dios hay que dejarle ser Dios y actuar con libertad. Él te ama, y sabe lo que más te conviene.
Un pobre campesino volvía del mercado al atardecer, cuando advirtió que no llevaba su libro de oraciones. Estaba en un bosque y debía ajustar una rueda de la carreta.
El pobre hombre muy afligido oró así: “He cometido una verdadera estupidez, Señor. He salido sin mi libro de rezos. Tengo tan poca memoria que sin él no sé orar. De modo que voy a decir cinco veces el alfabeto muy despacio. Tú, que conoces todas las oraciones, puedes juntar las letras y formar las plegarias que ya no recuerdo”.
Y Dios dijo a sus ángeles: “De todas las oraciones que he escuchado hoy, ésta ha sido sin duda alguna, la mejor. Una oración que ha brotado de un corazón sencillo y sincero”
La oración simple y confiada conmueve el corazón de Dios. A nosotros también nos enternecen los niños cuando con encantadora espontaneidad nos piden que les ayudemos a hacer un dibujo, a atarles los cordones de los zapatitos, etc., y no podemos negarnos. Su humilde confianza nos impulsa a prestarles cualquier servicio.
* Enviado por el P. Natalio
* Enviado por el P. Natalio