escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
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Los dones del Espíritu Santo están tomados del texto de Isaías 11,2, donde habla del Mesías, y dice que “reposará sobre él el espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Yahveh”.
Como en el versículo 3 se repite el temor, algunas traducciones colocan “piedad”, y así tenemos los famosos siete dones.
Son los dones que han estado en plenitud en Jesús, porque él tenía “el Espíritu sin medida” (Juan 3,34).
Son los dones que han estado en plenitud en Jesús, porque él tenía “el Espíritu sin medida” (Juan 3,34).
Y son los dones que el Espíritu Santo derrama también en cada uno de nosotros para impulsarnos a vivir de una manera diferente.
Con estos dones, el Espíritu Santo nos sostiene y nos empuja para que podamos practicar con más agilidad las virtudes cristianas y para que lleguemos a la plenitud de la santidad.
Pidámosle al Espíritu Santo que desarrolle cada vez más esos dones en nuestra vida, de manera que podamos parecernos cada vez más a Jesús, para que se nos haga espontáneo actuar como Jesús actuaba.
Pidámosle al Espíritu Santo que desarrolle cada vez más esos dones en nuestra vida, de manera que podamos parecernos cada vez más a Jesús, para que se nos haga espontáneo actuar como Jesús actuaba.