28 de noviembre
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
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El Espíritu Santo no se lleva bien con el pesimismo. Porque a él sólo le interesa lo que pueda ayudarnos a salir adelante, no lo que nos clausure, nos detenga, nos paralice.
Las personas movidas por el Espíritu Santo no se dejan vencer ni amedrentar por los fracasos. Tampoco bajan los brazos cuando escuchan opiniones melancólicas, negativas y pesimistas.
Siguen adelante buscando nuevos caminos. Pero no son tercos que, cuando fracasan, quieren a toda costa seguir intentando de la misma manera, sin cambiar nada.
Las personas verdaderamente tocadas por la luz del Espíritu Santo, cuando tienen un obstáculo, se ponen a buscar nuevas maneras de superarlo, consultan, investigan, aceptan los cambios que haya que hacer, intentan aprender lo que no saben.
De esa manera se desarrollaron algunos genios. Por ejemplo, a Einstein lo consideraban un loco soñador, que inventaba ideas fantasiosas; pero finalmente, con astucia y creatividad, logró hacer ver que su teoría era seria.
A Edison, su maestro lo consideraba corto de mente.
La primera vez que Elvis Presley se presentó a probar su voz, los especialistas en canto le dijeron que se dedicara a ser camionero.
La excelente actriz argentina, Norma Aleandro, fue despreciada por la que ella admiraba como gran artista.
Sin embargo, ellos sabían que tenían algo para ofrecer, y aceptaron cambiar muchas cosas y modificar sus proyectos, para ir creciendo poco a poco, para aprender a llegar a los demás, y de esa manera le regalaron al mundo algo que vale la pena.
Dejemos que el Espíritu Santo nos enseñe a salir adelante, sin desgastarnos inútilmente en el pesimismo y en los lamentos.