29 de noviembre
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández>
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Por un momento pidamos al Espíritu Santo que nos impulse a la alabanza, y oremos con estos preciosos Salmos:
“Mi corazón está a punto, Dios mío. Voy a cantar y a tocar…
Te alabaré entre los pueblos Señor, te cantaré entre la gente,
porque tu amor es grande hasta los cielos”
(Salmo 108,2.4-5).
“Te ensalzaré Dios mío, mi rey,
“Te ensalzaré Dios mío, mi rey,
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Todos los días te bendeciré, y alabaré tu nombre por siempre.
Grande es el Señor y muy digno de alabanza,
su grandeza no tiene medida»
(Salmo 145,1-3).
“Cantaré al Señor toda mi vida.
“Cantaré al Señor toda mi vida.
Mientras yo exista celebraré a mi Dios.
Que mi canto le sea agradable.
¡Y yo me alegraré en el Señor!”
(Salmo 104,33-34).
“Bendice al Señor, alma mía,
“Bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios”
(Salmo 103,2)