escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
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El tercer don del Espíritu Santo es el consejo, que nos permite orientar a los demás y ayudarles a descubrir cuál es la voluntad de Dios para sus vidas. No se refiere tanto a cosas prácticas, sino a las cuestiones más grandes, que tienen que ver con el sentido de la vida.
Esto nos muestra que el Espíritu Santo no se derrama en nosotros sólo para hacer crecer nuestra intimidad, sino también para el servicio de los demás. Porque nadie crece de verdad en la vida espiritual si no se entrega con generosidad a los hermanos. A la persona profundamente espiritual le interesa mucho ayudar a los demás a crecer y a marchar por el buen camino.
Pero tengamos presente que este don del consejo no se refiere a cualquier consejo, sino a las cosas más profundas de la vida. Es ante todo la capacidad de motivar a los demás para ser fieles a Dios en el camino de su existencia.
Santo Padre Pío
“Si volvieras a sentir que la impaciencia se instala en ti, recurre inmediatamente a la oración; recuerda que estamos siempre en la presencia de Dios, al que debemos dar cuenta de cada una de nuestras acciones, buenas o malas. Sobre todo, dirige tu pensamiento a las humillaciones que el Hijo de Dios ha sufrido por amor a ti”.