EL ESPIRITU SANTO EN EL CULTO






David Legters




''Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Jn 4:24)

1.0- INTRODUCCIÓN:

En el principio era el culto, y el culto era con Dios, y el culto era para Dios. Así en el huerto del Edén, a través de toda la historia, antes de Cristo y después, e inclusive por toda la eternidad (puesto que la adoración es la única actividad terrenal que continuaremos en el cielo, ver Apoc. 4:10-11 y l9:4-5,7) ¿Será que para esto nos creó Dios?


La Biblia ensena que el hombre, a diferencia de los angeles creados como servidores de Dios (Heb. 1:1), más que siervo, puede ser "amigo" de Dios (2 Crón. 20:7; Juan 15:13-14) “hijo” de Dios (Juan 1:12), lleno de su plenitud y de su poder (Efesios 3:19-20) e inclusive ser parte del cuerpo mismo de Cristo (1 Cor. 12:27). Al venir Jesús a esta tierra, no sólo vino a buscar siervos, sino vino por su novia. Escoge a los doce, y según el relato de Marcos (3:14) antes de enviarlos a predicar y a sanar enfermedades, el motivo de escogerlos es "para que estuviesen con él".


¿Cuál es el fin principal del hombre? ¿Cómo responde nuestro Catecismo Menor, "El fin principal del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de él para siempre."


¡GLORIFICAR A DIOS!


¡GOZAR DE EL PARA SIEMPRE!

¡Dos frases tan ricas y a la vez tan profundas!

De manera que, para el cristiano, La vida toda es una adoración, un servicio (leiturgía) para Dios. Y por lo mismo, para el cristiano, . . . la vida toda es un gozar de él.

¡DAR GLORIA A DIOS !

¡TENER GOZO EN DIOS!


"Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.

Por tanto, a ti cantaré, gloria mía..." (Sal. 30:11-12).


Y así como hemos dicho de la vida toda del cristiano, lo mismo deberíamos decir del culto público, que su fin principal es: " el de glorificar a Dios y gozar de EL para siempre." El problema es que muchas veces no gozarnos del culto, pues lo sentimos aburrido, tedioso, una carga u obligación que se cumple sin gusto, algo tradicional, sin vida, sin poder, sin sabor, sin gozo. Y por ende, tampoco glorificamos a Dios en él.

Vemos que a la vuelta de la esquina hay un grupo que sí está entusiasmado de su culto, tanto así que no le3 cuesta estar en él hasta 3 horas. Salen satisfechos, Llenos y deseosos de regresar para recibir mas. ¿Será que su culto sea mejor que el mío? ¿Será que Dios es glorificado en él más que en el mío? Y como en ese culto a la vuelta de la esquina se habla mucho del Espíritu Santo, y se hacen cosas relacionadas muchas veces con el Espíritu Santo, nos preguntamos, ¿acaso no estará el Espíritu Santo en nuestro culto?


Ante ello este tema: "EL PAPEL DEL ESPÍRITU SANTO EN EL CULTO".

Pretendo, ante la brevedad del tiempo, solamente ofrecer algunas reflexiones, las que espero nos sirvan para normar un mejor criterio al respecto, uno que esté más informado por la enseñanza de la Biblia y que nos ayude a hacer más sentido y real el Cui ro que of recemos a nuestro amante y amado Dios.


Pero antes de entrar de lleno al tema, creo conveniente y necesario un preámbulo sobre el concepto de la adoración (el culto) y otro sobre el Espíritu Santo, tercera persona de la Divina Trinidad. Luego, tomaremos 3 de los elementos principales de 2,a adoración (del culto), como son: la Palabra, la oración y el c anto, para entender y reflexionar sobre el papel del Espíritu Santo en cada uno de ellos.


1. 1 Preámbulo primero: LA ADORACIÓN:

La adoración no es una opción, es una obligación; no es un lujo, es una necesidad. Es el único que la iglesia (ekkíesía) hace que ningún otro tipo de asamblea puede hacer adorar a Dios y gozar de él.


1.11 Definiciones: ¿En qué consiste la adoración?

Opiniones abundan . . . veamos algunas de las mejores:

Es la respuesta afirmativa del hombre a Dios, quien se revela a sí mismo como trino y uno. (Donald Hustad)


Es nuestra respuesta, tanto personal como comunitaria, a Dios por lo que él es, y por lo que él ha bocho, respuesta que se expresa en las cosas que decimos y por la forma en que vivimos. (L. Giglio)


Es la entrega del alma individualmente y como comunidad a Dios, en respuesta a su gracia. (W.T. Conner)


Es lo que hace el pueblo de Dios cuando celebra la obra de salvación de Jesucristo (Robert Webber).


No es la función de la iglesia; sino ultimadamente es su propósito final. (Orlando Costas)

No es un cinturón de seguridad, sino una aventura del espíritu, el vuelo hacia lo inalcanzable. (Alfred Whitehead)


No lo puedo definir, pero si sales del culto y es más fuerte tu fe, más clara tu esperanza, más profundo tu amor, más puro tu corazón, más amplia tu visión y más decidida tu voluntad a hacer la voluntad de Dios, ¡has estado en adoración! (Eco. Segler)


Es la sumisión de todo nuestro ser a Dios, es avivar la conciencia por su santidad, alimentar nuestra mente con su verdad, purificar nuestra imaginación con su hermosura, abrir nuestro corazón a su amor, entregar nuestra voluntad a sus propósitos... todo esto es adoración, la emoción más limpia y desinteresada que yo conozco. (William Temple)


Es nuestra respuesta a la iniciativa de amor del corazón del Padre que se expresa "en espíritu y en verdad" cuando el Espíritu de Dios toca nuestro espíritu humano. Las formas y los ritos no la producen, tampoco las técnicas ni los métodos. Sólo se da cuando su Espíritu toca el espíritu nuestro. (Richard J. Foster)


Es poner la atención de la mente y el afecto del corazón totalmente en Dios. (Chris Watson)


Es la expresión máxima de la adoración y entrega a Dios como nuestro Creador, Soberano y Redentor en Cristo Jesús. Debe expresarse de una manera gozosa, espontánea, sincera, comunitaria, decente y en orden (Rom. 12:1-2 y 1 Cor. 14:40; Constitución INPM, art. 54).

Es la comunión y la expresión de amor entre la esposa (la iglesia) y su marido (Jesucristo).


Tocante a esta última definición, notemos, por ejemplo, la similitud entre las dos exhortaciones bíblicas siguientes:

l Cor. 7:5, "No os neguéis el uno al otro..." (la pareja), y

Heb. 10:25, "No dejando de reunirnos..." (la iglesia).


Salmo 16:78:

El Salmo 16: 78 expresa el meollo de lo que es una adoración a Dios. "Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia. A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido." De este pasaje desprendemos 4 requisitos para que el culto sea más que solamente una actividad dominical rutinaria, se deben dar los 4 ingredientes siguientes, tomados todos de este salmo:


a) Alabanza: "Bendeciré a Jehová...". La alabanza conecta mis palabras y sentimientos con el corazón mismo de Dios;

b) Consejo: "...que me aconseja". La adoración abre la puerta del corazón para que éste reciba el consejo que Dios quiere dar;

c) Prioridad: "A Jehová he puesto siempre delante de mí" . O sea, que para adorar a Dios de todo corazón, debo hacer de él mi primerísima prioridad, no sólo en el culto, sino en mi vida toda, en mis actitudes, acciones, pensamientos y palabras;

d) Presencia: "...porque está a mi diestra". Cuando adoro, estoy consciente de una manera muy especial de su presencia en mi vida, lo que me permite confiar en él cuando en derredor mío todo está en caos.


1 .12 Principios del culto reformado :

En el culto reformado, ciertos principios salen a relucir; entre ellos menciono por ahora sólo 4:

a) "Soli Deo gloria"

Frase que resume el propósito del culto, y de la vida: que toda la vida es adoración/servicio (Col.. 3:17; Ef. 5:50 y 1 Cor. 10:31). Habla de la soberanía de Dios, pues él es el Rey de la gloria, así en la salvación como en la vida. Y como este Dios al que se le da toda la gloria es un Dios trino y uno, el culto reformado es un culto trinitario: se rinde a Dios Padre, por medio de Jesucristo, en el poder del Espíritu Santo.


El Dios trino es el Creador, y l e alabamos como tal . El Dios trino es quien nos salva, y le alabamos por ello. Dios Padre nos ama; y por ese amor envió a su hijo unigénito. Dios Hijo se encarnó, murió por nosotros y reina en gloria sobre su iglesia. Dios Espíritu Santo aplica a los suyos los beneficios de la obra salvadora realizada por Jesús, y los une a él para siempre. Siendo Cristo nuestro Salvador inmediato, nuestro culto es Cristocéntrico: todo se hace en el nombre de Cristo: nos reunimos en ese nombre, somos bautizados en ese nombre, nos casamos en ese nombre, oramos en ese nombre y servirnos a ese nombre; pues "no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12) . Todo es en el nombre de Cristo, y para la gloria de Cristo. "Todo fue creado por medio de el y para él" (Col . l: l6).


b) "Sola Scriptura"

Frase que pone el énfasis de normatividad sobre la Biblia en lugar de, por ejemplo, sobre la misa, o sobre la música, o sobre revelaciones proféticas extáticas, o sobre la contemplación mística, etc. Esto explica que, en el culto reformado, los sacramentos estén subordinados a la Palabra: ésta determina la forma y el significado de aquellos en el culto reformado, las experiencias emocionales extremas (Por ej., la risa santa, los desvanecimientos, también la glosolalia, etc. ) todas se prueban y se valoran por la Biblia. Es decir, la experiencia que el adorador haya tenido -- el significado y el valor de esa experiencia -- se examina a la luz de la enseñanza bíblica, y no viceversa, corno algunos tienden a hacer.


Por ello, en los templos reformados, el púlpito se ubica en un lugar de preeminencia, y la predicación de la Palabra tiene prioridad en el orden de culto. El principio regulativo se basa en la Biblia (ver la Confesión de Fe, Cap. 21, párrafo A; Deut. 19:32 y 11:1-20; Ex. 20:4-6; Mat. 15:9 y 4:9-10; Hech. 17:25; y Col. 2:23) y norma nuestra adoración. Como dijera Calvino: "Donde nabla la Biblia, hablamos ... donde guarda silencio la Biblia, guardamos silencio."


c) El culto reformado enfatiza el PACTO.

Del pacto toma sentido el pueblo como comunidad de Dios que le adora (Ex. 19:5-6). Gracias al pacto, podemos pensar de la "perseverancia de los santos". El pacto tiene un solo Mediador, Jesucristo, Dios y hombre (1 Tim. 2:5). Como mediador del pacto, Cristo es nuestro Profeta por excelencia (Luc. 9:35 y 2 Ped. 1:17-18), nuestro Sacerdote (Heb. 7:21-28), y nuestro Rey (l Tim. 1:17 y Apoc. 17:14). El pacto se confirma por señales visibles: el bautismo por agua y la Santa Cena. El Día del Señor, señal de la victoria sobre la muerte, victoria que nos garantiza los beneficios del testamento, es el día en que nos reunimos para adorarle.


d) El principio del ORDEN.

Para nosotros, Dios es un Dios de orden; es el antidios quien crea el desorden y el caos. Pablo recordó a los corintios: "Dios no es Dios de confusión, sino de paz"; y, "hágase todo decentemente y con orden" (1 Cor. 14:33,40) Así corno hay orden y progresión en la creación, también lo debe haber en la iglesia y en su culto. Por ello, el culto se planea, tiene estructura y progresión, y en él se exhibe cordura y dominio propio.


Es quizá en este punto donde radica mucha de nuestra confusión. Porque al hablar de orden, presuponemos con harta frecuencia un orden que nosotros hayamos hecho: así un orden de culto como el orden dado a nuestra vida. Debemos recordar que Dios tiene su propio plan, su propia agenda, sus propios métodos y tiempos. El es libre y soberano, lleno de gracia y sabiduría. Su orden trasciende al nuestro, es más perfecto que el nuestro. Dios gusta de sorprender a sus hijos, se sale del "huacal" eclesiástico, pues en su gracia y sabiduría tiene algo mejor para ellos. Por ello la necesidad nuestra de ser siempre sensibles al movimiento del Espíritu Santo, tanto en nuestras vidas como en nuestra adoración (culto).


Dicho de otra forma, la pugna es entre la mente y el corazón, entre la razón y las emociones. Algunas iglesias se especializan en fomentar la emoción. Los líderes saben cómo hacer reír o llorar al auditorio, y los congregantes se acostumbran a evaluar la adoración por el grado emotivo que alcanzaron a sentir. Estos cultos son llamativos y atractivos, incluso seductores, con su propia ración de "adicción". Mas con el paso del tiempo, dejan menos y exigen más. Las oraciones se ofrecen con un alto estilo emotivo, bañadas de un trasfondo musical; los testimonios son cada vez más dramáticos, los cantos más sentimentales, la predicación más histriónica y teatral, con tal de acrecentar e intensificar la experiencia emocional del "adorador" .

Esta clase de culto carece de profundidad, es artificial, y de muy poca reflexión. No se busca adorar con la mente, con el intelecto. Y produce cristianos inmaduros y de poca raíz. De ellos se puede decir, "tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia" (Rom 10:2) . A este culto le llamo el de "la veleta"; según soplan los nuevos vientos, ahí gira la atención. Estaría mejor... si tan sólo tuviera un cerebro.


En cambio, otras iglesias enfatizan la verdad cognoscitiva. Recitan los grandes credos, incluyen cantidades generosas de información exegética, preparan con todo cuidado y de antemano las transiciones, escriben y luego leen sus oraciones, ensayan los cantos. Pero con todo, el corazón y el espíritu no son cautivados ni por la grandeza de Dios ni por su gracia. No son ni anonadados ni apasionados. No hay la respuesta cual hubo en la Biblia, de los que caen rostro en tierra al encontrarse con su Dios. Los que asisten a estos cultos pueden identificar a leguas un error teológico, pero al mismo tiempo están aburridos (a veces sin saberlo). Su adoración es seca; no alcanza tocar las angustias y los deseos más profundos de su ser. A este culto le llamo el de "la calculadora" . Cumple mecánicamente sus funciones, pero pocas veces genera asombro, pavor, llanto, sanidad en la vida, ni qué decir de los estallidos de júbilo (¡jamás!) Estaría mejor... si tan sólo tuviera un corazón.


¿Cómo juntar las dos cosas? ¿Cómo ser algo así como unos "presbite-costales" ? ¿Cómo hacer que la adoración una el intelecto razonador con el corazón rebosante? ¿Cómo cambiar la mentalidad de pasivos espectadores (como en un cine, que luego se comenta y se critica), y convertirlos en participantes de algo vivo y real? (¡Sintoniza al Pbro. Jorge Alvarado!)

Imagínense a los israelitas, recién liberados de la esclavitud de Egipto, frente a una montaña que se sacude violentamente por la presencia de Dios (Exodo 19), diciendo ellos cosas así: "Vámonos de aquí, estos cantos no son los que nos gustan. Ese estribillo del tamborín, ¿por qué será que lo dejaron de cantar" "No me gusta cuando Moisés dirige el culto; Aarón la hace mucho mejor." "¡Huy, mira cuánta formalidad; tanto humo, misterio! Prefiero los cultos más relajados." "Bueeeno, estuvo bien todo, menos la danza de Miriam; exageró, debió ser más reverente y tampoco me gustó el ruido de los panderos.” No, ellos fueron llenos del temor de Dios, de asombro, de espanto, de esperanza, de gozo, porque allá en medio del desierto, en medio de este grupo de ex-esclavos, allá está Dios, dándoles su Palabra (mente) y haciéndoles sentir su Presencia (corazón).


Cierto es que la inteligencia contribuye a la adoración, sí, pero  no es lo único, pues la Biblia nos indica que lo que Dios busca no es tanto algo elevado, sino algo quebrantado: "los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado, al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios" (Salmo 51:17). Entonces tiene que haber una relación estrecha entre la mente y el corazón. Más adelante abundaremos sobre el asunto.


1.13 Resumen:

Para resumir, pues, este preámbulo sobre la adoración, si el propósito de la adoración (como de la vida misma) es el de "glorificar a Dios y gozar de él..."; luego tiene que llenar 1os 4 requisitos siguientes:


a) La adoración verdadera goza de la presencia de Dios.

Dios le da la bienvenida a los que de corazón lo buscan. Entonces se tiene que amar a Dios, se tiene que querer estar con él, se tiene que querer sentir su presencia. Cual Moisés, clamarnos; "Si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca y halle gracia en tus ojos..." Y Dios responde así; "Mi presencia irá contigo, y te daré descanso". (Exodo 33:13-14) Antes que nada, pues, debemos aprender a practicar LA PRESENCIA DE DIOS.


b) La adoración verdadera humilla el corazón.

Isaías (6:18) reaccionó: " ¡Ay de mí! que soy muerto", no tanto por un análisis frío, analítico, intelectual de su situación, sino por descubrir de pronto su verdadera situación, cuando en la presencia de Dios. "Vi al Señor", dijo Isaías, reconociéndose objeto de la gracia divina que irrumpió en su vida. Jesús enseñó: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos" (Mat 18:3) . Y en palabras de Pablo: "no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión" (Rom. 12:16) .


Nuestro orgullo es lo último que queremos dejar. Pero ¿cómo adorar, si nos creemos algo o alguien? ¿Cómo adorar si no nos reconocemos como objetos de la gracia de Dios? La humildad, la humildad, la humildad", decía San Agustín. Sin ella, no hay verdadera adoración. Como el pastor, cuando reprochado por una hermana ofendida por sus palabras, "Pastor, usted puede lastimar el orgullo de algunos hablando así", responde: "¿yo lastimar su orgullo? Más bien mi intención era matarlo."


c) La adoración verdadera ofrece un sacrificio y espera algo de Dios

Heb. 11:6 dice: "es necesario que el que se acerca a Dios c:rea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan". Se presupone que el que se acerca, lo hace con algo en la mano, algo de sí mismo, su ofrenda, su sacrificio, que presenta ante Dios. Al mismo tiempo se afirma que Dios también responde, "galardona" con algo de sí. La adoración es un regalo de Dios a nosotros, diseñada para nuestro beneficio. A él le agrada, pero no la necesita; somos nosotros los que la necesitamos.


d) La adoración verdadera haca extensivo el amor de Dios.

No sin razón el 1er mandamiento tiene una secuela en el 2°, "que es semejante" (en importancia): amor a Dios, y amor al prójimo. Por ello la adoración es comunitaria: la actitud de perdón, aceptación y compañerismo en la iglesia: "amaos los unos a los otros con amor fraternal..." (Rom. 12 :10), el estilo servicial de vida, el afán de contribuir para corregir los males en la sociedad y de socorrer a los necesitados; el espíritu de compromiso con el prójimo: "qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios" (Miqueas 6:8). Así hasta los incrédulos dirán: "verdaderamente Dios está entre vosotros".


1.2 Preámbulo segundo: EL. ESPÍRITU SANTO:

La cuestión de quién es el Espíritu Santo, y que está haciendo hoy en la iglesia, es asunto de mucha polémica. Los que somos de persuasión reformada no hemos solido dar mucha importancia al Espíritu Santo (a diferencia de otras agrupaciones religiosas). Algunos de nosotros incluso somos como aquellos efesios que cuando Pablo les preguntó, “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?", contestamos: "ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo" (Hech 19:2). Creemos que "eso del Espíritu Santo" es algo que se lee en la Biblia, es de épocas remotas del pasado, no tiene nada que ver con nosotros hoy. Que otros digan lo que quieran, nosotros somos de Cristo, y con él nos basta.


En el mundo actual las iglesias evangélicas son mayoritariamente de corte pentecostal/carismático. Este hecho es más sorprendente si se considera que tan sólo hace 100 años no había ninguna iglesia pentecostal/carismática. El fenómeno corresponde a este siglo 20. Y nos crea la duda:


a) ¿Es un movimiento de Dios al que hay que unirse, a riesgo de perder la bendición que Dios quiere derramar sobre su iglesia?

b) ¿O es un movimiento espúreo que se asocia con los engañadores que nos sobrevendrán en los fines de este siglo, al que hay que estar siempre en alerta para rechazar? Quizá la respuesta esté en algún lugar intermedio (nuevamente, sintonicen a las conferencias del Pbro. Alvarado)


Por mi parte, estoy consciente de que la gran necesidad del mundo es Cristo, y la gran necesidad de la iglesia es el poder del Espíritu Santo. Cada vez que ha habido un avivamiento en la iglesia (y ha habido muchos), es porque el Espíritu de Dios lo ha querido hacer. La mayoría de los cristianos no se percatan de las riquezas y el poder que están a su alcance, al habitar Cristo y su Santo Espíritu en ellos. Fue el mismo caso con los efesios, pues Pablo oró porque el Padre les diera "...espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza..." (Ef. 1:1719).


El Espíritu Santo para demasiados cristianos es el Gran Desconocido, la Santa Incógnita, el Totalmente Escondido. Pero no así debiera ser. Antes de morir, Jesús prometió a sus discípulos que el Padre les enviaría "otro Consolador" (Ayudador/Parákletos, Jn 14:16,26; 15:26i 16: 7) . En un juzgado, sería el Abogado Defensor; pero en términos más generales es una persona que ofrece ánimo, consejo, apoyo, fortaleza. por el calificativo "otro", entendemos que sería un Ayudador como él, que repite la enseñanza y el testimonio que él (Jesús) empezó cuando estuvo sobre la tierra (Jn 16:715).


1. 21 Su persona.

Lo que hace este Ayudador es algo que solo un ser personal puede hacer El Antiguo Testamento revela mucho acerca de la actividad del Espíritu Santo en la creación (Gén. 1:2 y Sal. 33:6), en la revelación especial (Is. 61:13 y Miq. 3:8), en la capacitación de ciertas personas para sus tareas (Ex. 31:2ó; Jue. 15:1415; Is. 11:2) y en la renovación del corazón y del espíritu (Sal. 51:10-12 y Ez. 36:25-27). Pero es el N.T. que nos revela que el Espíritu Santo es una persona divina distinta, coigual con el Padre y con el Hijo. Se dice del Espíritu, por ejemplo, que:




  • a) habla (Hechos 1:16; 8:29; 10:19 y 13:2);

  • b) enseña (Juan 14: 26);

  • c) testifica (Juan 15:26);

  • d) escudriña (l Corintios 2:10);

  • e) quiere y decide (I Corintios 12:1 l);

  • f) intercede (Romanos 8:26-27); y

  • h) puede ser entristecido (Efesios 4:30).


1. 22 Su divinidad:

La divinidad del Espíritu Santo se deduce por la forma en la que se nombran juntas las 3 personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en las bendiciones de 2 Cor. 13:14 y Apoc. 1: 4-6, así como en la fórmula para el bautismo (Mateo 28:19) . El mentir al Espíritu equivale a mentir a Dios (Hech. 5:34). Se le llama "los 7 espíritus" en Apoc. 1:4; 3:1; 4:5 y 5:6 por su plenitud de perfecciones, y por la diversidad de su obra en la iglesia en muchos lugares, representada ésta por las 7 iglesias en Asia (Ap. 1 :1120) Sus perfecciones divinas fueron vislumbradas previamente en Zac. 3:9i y 9:2,10. El número "7" expresa La perfección de un mismo Espíritu. De modo que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, igual al Padre y al Hijo en gloria, y digno como ellos de la misma adoración, del mismo amor, de la misma obediencia.


1. 23 Su obra:

La obra del Espíritu, dentro de la economía de la Divinidad, cuando es enviado por el Padre y por el Hijo al mundo, es algo que nos concierne directamente en el tema de estas conferencias. Se puede resumir de la manera siguiente; El Espíritu Santo. . .




  • a) Glorifica al Hijo, no llama la atención a sí mismo, no busca lo suyo, sino sólo lo de Jesús (Juan 14 :1319 );

  • b) Nos enseña nuestra relación con el Padre (Rom 8:1517; Gál 9:6);

  • c) Convence al mundo de pecado, justicia y juicio (Juan l4:13-14)

  • d) Regenera a los que han de ser salvos (Juan 3:5-8);

  • e) Ilumina a los creyentes (Etesios 1:1718);

  • f) Santifica a los creyentes (Gálatas 5:1618);

  • g) Transforma a los creyentes, para que éstos den buen fruto (Gálatas 5: 2223 );

  • h) Les provee de los dones necesarios para su servicio a Dios y a la iglesia (1 Corintios 12:4-ll).


El ministerio del Espíritu Santo empezó de lleno en el día de Pentecostés, (Hech. 2:14 ) . Juan el Bautista había anticipado que Jesús bautizaría con su Espíritu (Mar. 1:8 y Jn. 1:33), para así cumplir la promesa del A.T. y repetida por el mismo Jesús (Jer. 31:31-34; Joel 2:28-32 y Hech. 1: 45) . Esta fecha marca el inicio de la última gran era de la historia del mundo, la cual no concluirá sino hasta la venida de Cristo.


En el momento que un pecador nace de nuevo, es redimido, adoptado, unido a Jesús y sellado por el Espíritu, quien entra (por el bautismo que Jesús hace) a residir en él, conforme a la plenitud que caracteriza la era del N.T. (Hch 2:38; Rom 8:9 y l Cor 12:13). Todos los dones para una vida de servicio que aparecen posteriormente en la vida del cristiano surgen de este inicial bautismo con el Espíritu, pues como consecuencia de é1, el pecador ahora está unido al Cristo resucitado. No tiene por qué repetirse el bautismo, pues es único, pero sí, es una necesidad constante la nuestra de ser llenos de su gracia y de su plenitud (Ef. 5:18).


1. 24 Su adoración;

De hecho, en la historia de la iglesia, ningún credo ecuménico trató específicamente el tema del Espíritu Santo, su persona y su obra. Por esta razón, el papel del Espíritu Santo siempre ha quedado un tanto en el misterio. Es hasta el siglo 20 que el tema se desarrolla. Con todo, las antiguas liturgias sí incluyen enseñanza sobre como se puede invocar al Espíritu en el culto. Y esto se da en las 4 partes principales del mismo:


a) La Entrada (la reunión). El propósito de la primera parte del culto es el de traer al pueblo a la presenci a de Di os, y prepararlo para escochar la Palabra de Dios En ella se pide al E:spiritu Santo limpiar los corazones y purificar los pensamientos, de modo que la adoración sea aceptable y agradable delante de Dios. La antigua invocación llamada " colecta por la purificación" reza así:

"Dios Todopoderoso, tú que abres los corazones y conoces los deseos, ante quien no se puede tener secretos escondidos, limpia tú los pensamientos de nuestros corazones mediante la inspiración de tu Santo Espíritu, de modo que te amemos más perfectamente y así glorifiquemos tu santo nombre, por Cristo nuestro Señor, Amén."


b) El servicio de la Palabra. En esta parte del culto, la obra del Espíritu consiste en aplicarnos la Palabra que nos es comunicada, de modo que tome raíz en nuestro corazón y nos moldee más a la imagen de Cristo. Por ello, la iglesia antigua desarrolló la llamada "oración de iluminación", que se hace ya sea antes de la lectura de la Palabra, o bien antes de la exposición de ella. Una de las oraciories clásicas reza así:

"Bendito Señor, tú que ordenaste que las Sagradas Escrituras fueran escritas para nuestra enseñanza, concede que de tal manera las escuchemos, leamos, marquemos, aprendamos e internamente asimilemos, que por la paciencia y la consolación de tu Santa Palabra, podamos abrazar y siempre asirnos de la esperanza bienaventurada de la vida eterna, que nos has dado por medio de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien vive y reina para siempre contigo y con el Santo Espíritu, un Dios por toda la eternidad. Amén."


c) El servicio de acción de gracias (la eucaristía).

El tercer lugar del culto donde la iglesia a través de la historia ha invocado al Espíritu Santo, es en la Eucaristía. La oracion consiste generalmente de 3 peticiones: (1) ven entre nosotros; (2) háznos uno; Y (3) confirma en nosotros la fe en la verdad. Por ejemplo, la invocación escrita por Hipólito, obispo de Roma cerca del año 215 d.C., reza así:

"Y te pedimos que envíes tu Santo Espíritu Sobre la ofrenda de tu santa iglesia, de modo que reuniéndolos en uno, concedas a todos aquel los que han de participar de las cosas santas la plenitud del Espíritu Santo, para confirmar en ellos la fe en la verdad."


d) La comisión (despedida).

Aquí el culto propiamente dicho ha terminado. Se da la bendición apostólica, por medio de la cual se bendice al pueblo por medio del Santo Espíritu; o bien, se pronuncia la despedida, en nombre de la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.