7 de junio
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
https://misionerosdigitales.com/wp-content/uploads/2020/05/7-de-Junio-1.mp3
La Biblia dice: «Da y recibe» (Sirácides 14,16). El amor verdadero no es sólo dar, no es sólo hacer cosas por los demás. Es también recibir de los demás y aprender de ellos con humildad.
No basta derramarme en el otro, hacerme fecundo en él. También tengo que disponerme a recibir algo de él, a reconocer el inmenso valor del hermano.
Cuando el apóstol San Pablo habla del cuerpo místico y de la importancia de los dones de todos, allí la actitud negativa que se describe no es la de no querer dar, sino precisamente la de no querer recibir de los demás, la de no saber gozarse en el don del hermano: «No puede el ojo decir a la mano: ‘No te necesito’… Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte de su gozo.» (1 Corintios 12,21.26).
La capacidad de beber del cántaro del hermano es fuente de un gozo especialísimo. ¿Acaso puede haber verdadero amor en una pareja si uno de los dos se encierra en sus esquemas, si se siente salvado en sus seguridades, y ya no es capaz de aprender del otro? ¿Ama de verdad alguien que ya no es capaz de admirarse del otro, o de escucharlo con interés, o que siente que ya no lo necesita?
El amor que derrama el Espíritu es una capacidad de dar y también de recibir, porque nos hace reconocer que no somos dioses y que necesitamos de los demás.
Tres ramas de un mismo tronco,
tres Personas, sólo un Dios,
Padre, Hijo, Espíritu,
unidos en el amor.
¡Qué admirable maravilla,
Dios en el hombre, y el hombre en Dios,
Dios que se comunica totalmente
y nos hace vivir en comunión!.
Bendito sea Dios,
que como es don,
se regala plenamente,
y nos muestra su amor.
Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo.
Gloria a la Trinidad,
que nos ama sin igual.
(Lydia de la Trinidad)
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
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La Biblia dice: «Da y recibe» (Sirácides 14,16). El amor verdadero no es sólo dar, no es sólo hacer cosas por los demás. Es también recibir de los demás y aprender de ellos con humildad.
No basta derramarme en el otro, hacerme fecundo en él. También tengo que disponerme a recibir algo de él, a reconocer el inmenso valor del hermano.
Cuando el apóstol San Pablo habla del cuerpo místico y de la importancia de los dones de todos, allí la actitud negativa que se describe no es la de no querer dar, sino precisamente la de no querer recibir de los demás, la de no saber gozarse en el don del hermano: «No puede el ojo decir a la mano: ‘No te necesito’… Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte de su gozo.» (1 Corintios 12,21.26).
La capacidad de beber del cántaro del hermano es fuente de un gozo especialísimo. ¿Acaso puede haber verdadero amor en una pareja si uno de los dos se encierra en sus esquemas, si se siente salvado en sus seguridades, y ya no es capaz de aprender del otro? ¿Ama de verdad alguien que ya no es capaz de admirarse del otro, o de escucharlo con interés, o que siente que ya no lo necesita?
El amor que derrama el Espíritu es una capacidad de dar y también de recibir, porque nos hace reconocer que no somos dioses y que necesitamos de los demás.
Tres ramas de un mismo tronco,
tres Personas, sólo un Dios,
Padre, Hijo, Espíritu,
unidos en el amor.
¡Qué admirable maravilla,
Dios en el hombre, y el hombre en Dios,
Dios que se comunica totalmente
y nos hace vivir en comunión!.
Bendito sea Dios,
que como es don,
se regala plenamente,
y nos muestra su amor.
Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo.
Gloria a la Trinidad,
que nos ama sin igual.
(Lydia de la Trinidad)