escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
29 de Febrero
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“Cada vez que en la oración nos dirigimos a Jesús, es el Espíritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos atrae al camino de la oración.
Y ya que él nos enseña a orar recordándonos a Cristo, ¿cómo no dirigirnos también a él orando?
Por eso la iglesia nos invita a implorar todos los días al Espíritu Santo, especialmente al comenzar y terminar cualquier acción importante
El Espíritu Sato, cuya unción impregna todo nuestro ser, es el Maestro interior de la oración cristiana”
(Catecismo de la Iglesia Católica, 2670.2672).
Por todo esto, si no sabemos orar, lo mejor es pedirle al Espíritu Santo que nos enseñe, que nos estimule, que nos impulse y nos llene de deseos de orar.
Él puede poner en nuestra boca lo que tenemos que decir, y a veces ni siquiera hacen falta palabras.
Muchas veces el Espíritu Santo nos mueve a expresarnos con el llanto, con una melodía, con un lamento, con un suspiro.
Dejemos que sea él quien nos enseñe a orar.
“Practicad con perseverancia la meditación a pequeños pasos, hasta que tengáis piernas fuertes, o más bien alas.
Tal como el huevo puesto en la colmena se transforma, a su debido tiempo, en una abeja, industriosa obrera de la miel.
Sed vigilantes cuando meditéis. Generalmente los que se entregan a la meditación, lo hacen con una especie de arrogancia, tan ansiosos están por encontrar el sujeto susceptible de consolar su espíritu, y esto es suficiente para impedirles encontrar lo que buscan”
Santo Padre Pío
29 de Febrero
“Cada vez que en la oración nos dirigimos a Jesús, es el Espíritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos atrae al camino de la oración.
Y ya que él nos enseña a orar recordándonos a Cristo, ¿cómo no dirigirnos también a él orando?
Por eso la iglesia nos invita a implorar todos los días al Espíritu Santo, especialmente al comenzar y terminar cualquier acción importante
El Espíritu Sato, cuya unción impregna todo nuestro ser, es el Maestro interior de la oración cristiana”
(Catecismo de la Iglesia Católica, 2670.2672).
Por todo esto, si no sabemos orar, lo mejor es pedirle al Espíritu Santo que nos enseñe, que nos estimule, que nos impulse y nos llene de deseos de orar.
Él puede poner en nuestra boca lo que tenemos que decir, y a veces ni siquiera hacen falta palabras.
Muchas veces el Espíritu Santo nos mueve a expresarnos con el llanto, con una melodía, con un lamento, con un suspiro.
Dejemos que sea él quien nos enseñe a orar.
“Practicad con perseverancia la meditación a pequeños pasos, hasta que tengáis piernas fuertes, o más bien alas.
Tal como el huevo puesto en la colmena se transforma, a su debido tiempo, en una abeja, industriosa obrera de la miel.
Sed vigilantes cuando meditéis. Generalmente los que se entregan a la meditación, lo hacen con una especie de arrogancia, tan ansiosos están por encontrar el sujeto susceptible de consolar su espíritu, y esto es suficiente para impedirles encontrar lo que buscan”
Santo Padre Pío