Viernes después de Pentecostés
DESCENSO Y PERMANENCIA DEL ESPÍRITU SANTO
Vi el Espíritu que descendía... y reposó sobre él
(Jn 1, 32).
La presencia del Espíritu Santo en el bautismo de Cristo realizado por San Juan, se armoniza con el bautizado y el bautismo. Con el bautizado, porque así como el hijo que procede del Padre manifiesta al Padre, como dice el Evangelista: He manifestado tu nombre a los hombres (Jn 17, 6), así el Espíritu Santo, que procede del Hijo, manifiesta al Hijo, según se lee en el Evangelio de San Juan: Él me glorificará; porque de lo mío tomará (16, 14).
La presencia del Espíritu Santo se armoniza con el bautismo, porque el bautismo de Cristo es la inauguración del nuestro. Mas nuestro bautismo es consagrado por la invocación de la Santísima Trinidad, luego lo que nosotros invocamos en nuestro bautismo estuvo presente en el bautismo de Cristo: El Padre en la voz, el Espíritu Santo en la paloma, el Hijo en la naturaleza humana.
Dice que descendía. Porque existe un doble espíritu: el del mundo y el de Dios.
El espíritu del mundo es, efectivamente, el amor del mundo, que no procede de arriba, antes bien, desde abajo asciende hasta el hombre y hace descender a éste; pero el espíritu de Dios, es decir, el amor de Dios, desciende de arriba hasta el hombre y lo hace subir con él: Nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que es de Dios (1Cor 2, 12).
Dice después: y reposó sobre él, porque con la permanencia se designa el descanso. Y que el Espíritu Santo no descanse en uno se debe a dos causas:
Una se deriva del pecado. Porque todos los hombres, excepto Cristo, o están heridos por la llaga del pecado mortal, que ahuyenta al Espíritu Santo, o están oscurecidos por la mancha del pecado venial, que impide algunas acciones del Espíritu Santo. Pero en Cristo no existió ni el pecado mortal, ni el venial, ni el original. Por lo cual no fue inquietado en él el Espíritu Santo, sino que reposó sobre él, esto es, descansó.
Otra causa es que las gracias gratuitas no siempre dan a los santos el poder de obrar por ellas; no siempre tienen los santos el poder de hacer milagros, ni los profetas el espíritu de profecía. Pero Cristo poseyó siempre el poder de realizar todas las operaciones de las virtudes y de las gracias, y esto significa la expresión: posó sobre él. Y ésta fue la señal apropiada para conocer a Cristo. Reposará sobre él el Espíritu del Señor (Is 11, 2). Esto ha de entenderse de Cristo en cuanto al hombre.
(In Joan., I)
Dice después: y reposó sobre él, porque con la permanencia se designa el descanso. Y que el Espíritu Santo no descanse en uno se debe a dos causas:
Una se deriva del pecado. Porque todos los hombres, excepto Cristo, o están heridos por la llaga del pecado mortal, que ahuyenta al Espíritu Santo, o están oscurecidos por la mancha del pecado venial, que impide algunas acciones del Espíritu Santo. Pero en Cristo no existió ni el pecado mortal, ni el venial, ni el original. Por lo cual no fue inquietado en él el Espíritu Santo, sino que reposó sobre él, esto es, descansó.
Otra causa es que las gracias gratuitas no siempre dan a los santos el poder de obrar por ellas; no siempre tienen los santos el poder de hacer milagros, ni los profetas el espíritu de profecía. Pero Cristo poseyó siempre el poder de realizar todas las operaciones de las virtudes y de las gracias, y esto significa la expresión: posó sobre él. Y ésta fue la señal apropiada para conocer a Cristo. Reposará sobre él el Espíritu del Señor (Is 11, 2). Esto ha de entenderse de Cristo en cuanto al hombre.
(In Joan., I)