Julio 9-Vivir con serenidad y armonía

9 de julio
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández



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Muchas veces sufrimos por la agresividad que llevamos dentro.
Algunas personas reaccionan mal, con agresiones o ironías; otras se callan, pero se aíslan resentidas.

Hay muchas tensiones interiores que nos llevan a sentirnos mal con las demás personas. A veces hay cosas que nos molestan y no sabemos bien por qué; otras veces sentimos rechazo por cosas que no son tan importantes.

Es necesario llevar calma y armonía a ese mundo interior, para que no desgastemos tantas energías inútilmente.

El Espíritu Santo puede sanar nuestro interior para que nos liberemos de muchas tensiones innecesarias, para que renunciemos a la guerra con los demás, para que dejemos de resistirnos ante las cosas que nos irritan y aprendamos a aceptarlas como parte de la vida.

Si dejamos que el Espíritu Santo nos serene en un momento de oración, podemos decirle no a la violencia interior y optar sinceramente por la paz del corazón. Esto no significa que no luchemos o que no discutamos cuando es necesario. Sólo significa que aprendamos a hacerlo sin perder la calma interior.

Con la gracia del Espíritu Santo podemos lograrlo, porque él es el dulce maestro interior.

El caballo y el asno



Los filósofos, los fabulistas y los refranes nos dicen una gran verdad que a veces descuidamos: “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro, (Platón). “Tú ganas lo que das; lo que conservas, lo pierdes” (Refrán chino). Y Jesús dijo que “hace más feliz al hombre dar que recibir”.

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo: —Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.
 El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo. Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno.

Y el caballo, suspirando dijo: —¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima! Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando.

Michel Quoist, en su famoso libro “Triunfo” escribió: “A partir del momento en que el hombre convierte su bienestar en fin, decae y muere. Hay que volver a dar al hombre del primer mundo, esclavo de necesidades cada día más tiránicas, una razón de vida valedera o condenarse a desaparecer por disgregación interna o a manos del inmenso ejército de sufrientes que terminará por levantarse de modo irresistible”. Que experimentes la alegría de dar y de realizarte en el amor generoso.
* Enviado por el P. Natalio