12 de julio
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
https://misionerosdigitales.com/wp-content/uploads/2019/07/12-de-julio.mp3
A veces tenemos que revisar nuestra manera de amar. Siempre hay que recordar que el encuentro de amor es una inclinación hacia el otro, no sólo para ayudarlo, sino también para valorarlo, para dejarme enriquecer por él.
El amor que derrama el Espíritu Santo hace que yo considere al otro como una sola cosa conmigo. Por eso puedo preocuparme por sus problemas, pero también puedo alegrarme con sus alegrías.
Eso se muestra especialmente cuando soy capaz de festejar de corazón los éxitos del otro, sin tener envidia.
El diálogo es una experiencia de amor, fruto de la acción del Espíritu Santo, donde queremos compartir con el otro lo que tenemos para dar, pero también, con el mismo amor, somos capaces de prestarle toda la atención y de darle importancia a lo que diga la otra persona. Así, somos capaces de gozar con las cosas buenas que nos cuente.
El Espíritu Santo produce ese bello dinamismo de «dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender sino sólo regalar libre y recíprocamente» (Juan Pablo II, Carta a las familias 11a). Es sembrar, pero es también cosechar con gozo.
Qué es un niño
“Un niño es un muchachito que tiene el apetito de un caballo, el estómago de un traga espadas, la energía de una carreta cargada de piedras, la curiosidad de un gato, los pulmones de un dictador, la fantasía de un Julio Verne y, cuando se pone a fabricar algo, tiene cinco martillos por mano” (Alan Beck). Los escritores nos han dejado simpáticas semblanzas del niño. Aquí tienes otra, cuyo autor desconozco.
Un niño es el regalo de Dios para tus días tristes. Es el movimiento y el torbellino de la vida que se agita, que salta, que corre, que sueña, que sonríe y se duerme.
Un niño es siempre una esperanza, un por qué vivimos y trabajamos sin dar lugar a la fatiga. Un niño es un misterio impenetrable: ¿qué será de él en el futuro?
Un niño es el interrogante permanente sobre el mundo que hemos construido, sobre los valores que nos movilizan, sobre el destino de nuestra humanidad...
¿Saldría el sol cada mañana si ellos no iluminaran nuestras noches? ¿Podríamos vivir sin su bullicio, sin sus sonrisas, sin la abismante profundidad de sus preguntas? Sí, un niño es un hermoso regalo de Dios para tus días tristes.
“Un pequeñín vale tanto que es nuestro carcelero, nuestro superior, nuestro mandamás: un terremoto en miniatura con la cara manchada de chocolate y barro. Pero cuando por la tarde vuelven padre y madre, cansados, disgustados y llenos de preocupaciones, él es el único capaz de renovar las esperanzas y de colmar de alegrías con sus mágicas palabras: "hola, papá"; "un besito, mamá". (Alan Beck).
Que este regalo de Dios renueve tu alma y tus energías al comenzar un nuevo día.
* Enviado por el P. Natalio
escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
https://misionerosdigitales.com/wp-content/uploads/2019/07/12-de-julio.mp3
A veces tenemos que revisar nuestra manera de amar. Siempre hay que recordar que el encuentro de amor es una inclinación hacia el otro, no sólo para ayudarlo, sino también para valorarlo, para dejarme enriquecer por él.
El amor que derrama el Espíritu Santo hace que yo considere al otro como una sola cosa conmigo. Por eso puedo preocuparme por sus problemas, pero también puedo alegrarme con sus alegrías.
Eso se muestra especialmente cuando soy capaz de festejar de corazón los éxitos del otro, sin tener envidia.
El diálogo es una experiencia de amor, fruto de la acción del Espíritu Santo, donde queremos compartir con el otro lo que tenemos para dar, pero también, con el mismo amor, somos capaces de prestarle toda la atención y de darle importancia a lo que diga la otra persona. Así, somos capaces de gozar con las cosas buenas que nos cuente.
El Espíritu Santo produce ese bello dinamismo de «dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender sino sólo regalar libre y recíprocamente» (Juan Pablo II, Carta a las familias 11a). Es sembrar, pero es también cosechar con gozo.
“Un niño es un muchachito que tiene el apetito de un caballo, el estómago de un traga espadas, la energía de una carreta cargada de piedras, la curiosidad de un gato, los pulmones de un dictador, la fantasía de un Julio Verne y, cuando se pone a fabricar algo, tiene cinco martillos por mano” (Alan Beck). Los escritores nos han dejado simpáticas semblanzas del niño. Aquí tienes otra, cuyo autor desconozco.
Un niño es el regalo de Dios para tus días tristes. Es el movimiento y el torbellino de la vida que se agita, que salta, que corre, que sueña, que sonríe y se duerme.
Un niño es siempre una esperanza, un por qué vivimos y trabajamos sin dar lugar a la fatiga. Un niño es un misterio impenetrable: ¿qué será de él en el futuro?
Un niño es el interrogante permanente sobre el mundo que hemos construido, sobre los valores que nos movilizan, sobre el destino de nuestra humanidad...
¿Saldría el sol cada mañana si ellos no iluminaran nuestras noches? ¿Podríamos vivir sin su bullicio, sin sus sonrisas, sin la abismante profundidad de sus preguntas? Sí, un niño es un hermoso regalo de Dios para tus días tristes.
“Un pequeñín vale tanto que es nuestro carcelero, nuestro superior, nuestro mandamás: un terremoto en miniatura con la cara manchada de chocolate y barro. Pero cuando por la tarde vuelven padre y madre, cansados, disgustados y llenos de preocupaciones, él es el único capaz de renovar las esperanzas y de colmar de alegrías con sus mágicas palabras: "hola, papá"; "un besito, mamá". (Alan Beck).
Que este regalo de Dios renueve tu alma y tus energías al comenzar un nuevo día.
* Enviado por el P. Natalio