marzo 21
«Espíritu Santo, toma mis manos, que buscan poseer, dominar, que se cierran egoístas, que se aferran a los ídolos. Tómalas Espíritu, y conviértelas en caricia, servicio, sanación. Extendidas en ofrenda, abiertas para dar, elevadas para adorar, como las manos de Cristo.
Espíritu, toma mis piernas, a veces paralizadas, otras veces en camino hacia el mal, trepando hacia el poder y la gloria vana, o dando vueltas y vueltas, incapaces de avanzar. Conviértelas en valentía, en marcha decidida, en camino hacia el otro, en búsqueda, como las piernas de Cristo.
Espíritu, toma mi corazón, que se deja engañar y atrapar por tantos afectos torcidos, que se asfixia entre tantos deseos que lo dejan vacío y ansioso, que se endurece para que no le quiten nada, que se llena de criterios mundanos, que se vuelve negativo, duro, calculador. Tómalo Espíritu Santo, y conviértelo en ternura, en compasión, en libertad. Hazlo hambriento de Cristo, sediento de su amor, y capaz de amar como él al más pequeño, al más simple, al más pobre.»
Padre Pío
“Todo lo podría resumir así: me siento devorado por el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi mente, y lo llevo impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista: me toca admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones, su misericordia, su venganza o más bien el rigor de su justicia”
«Espíritu Santo, toma mis manos, que buscan poseer, dominar, que se cierran egoístas, que se aferran a los ídolos. Tómalas Espíritu, y conviértelas en caricia, servicio, sanación. Extendidas en ofrenda, abiertas para dar, elevadas para adorar, como las manos de Cristo.
Espíritu, toma mis piernas, a veces paralizadas, otras veces en camino hacia el mal, trepando hacia el poder y la gloria vana, o dando vueltas y vueltas, incapaces de avanzar. Conviértelas en valentía, en marcha decidida, en camino hacia el otro, en búsqueda, como las piernas de Cristo.
Espíritu, toma mi corazón, que se deja engañar y atrapar por tantos afectos torcidos, que se asfixia entre tantos deseos que lo dejan vacío y ansioso, que se endurece para que no le quiten nada, que se llena de criterios mundanos, que se vuelve negativo, duro, calculador. Tómalo Espíritu Santo, y conviértelo en ternura, en compasión, en libertad. Hazlo hambriento de Cristo, sediento de su amor, y capaz de amar como él al más pequeño, al más simple, al más pobre.»
Padre Pío
“Todo lo podría resumir así: me siento devorado por el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi mente, y lo llevo impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista: me toca admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones, su misericordia, su venganza o más bien el rigor de su justicia”