Febrero 12-¿Acaso el Espíritu Santo ha perdido su poder?

escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
Febrero 12




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Hagamos memoria. Miremos lo que pudo hacer el Espíritu Santo en otra época, quizás mucho más difícil que la nuestra.

Después de la muerte de Cristo, aunque él había resucitado, los apóstoles no veían claro, no entendían bien lo que estaba sucediendo. Parecía que la fe cristiana no tenía futuro. Pero al menos dejaban que María los reuniera para orar (Hechos 1,14).

Entonces, llegó el día de Pentecostés, y quedaron llenos del Espíritu Santo (Hechos 2,1-4). A partir de ese día se acabaron los miedos, las tristezas, las quejas, y empezó a reinar el entusiasmo, la alegría.

Salieron llenos de fuego, deseosos de llevar a Cristo a los demás y de cambiar el mundo.

Era la época del Imperio Romano, cuando reinaban la injusticia, los abusos, el egoísmo; no se permitía a los cristianos vivir libremente la propia fe, se perseguía con crueldad a los inocentes, muchos morían de hambre mientras otros se daban al desenfreno total.

Sin embargo, en ese mundo, los cristianos que llevaban en sus corazones el impulso del Espíritu Santo pudieron resistir las tentaciones de la decadencia pagana, y llegaron a cambiar ese mundo en ruinas.

¿Acaso el Espíritu Santo ha perdido ese poder?

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Hoy es un buen día para preguntarnos cómo anda nuestra devoción a María, si es constante y fuerte, o por el contrario es débil e inconstante. Porque es bueno que recordemos que la devoción a la Santísima Virgen no es una devoción más, sino que después del amor a Dios, debe ir enseguida el amor a la Virgen, pues Ella es la que más nos ama después de Dios, y merece nuestro amor y devoción.

Es que siendo devotos de María ya tenemos el Paraíso asegurado, porque no hay ni hubo jamás alguno que haya sido realmente devoto de María, que se haya condenado.

Siendo las cosas así, es importante que tengamos en cuenta en nuestro diario vivir el pensar frecuentemente en nuestra Madre del cielo, puesto que Ella nos prodiga toda clase de bienes, ya que todas las gracias nos vienen, sí, del Señor, pero pasan a través de las manos de María.

Una linda oración para decirle a Dios es la siguiente:
“Señor, dame todas las gracias y dones que María pide para mí”.

 Porque nuestra Madre celestial pide mucho para nosotros, y de esa manera seremos colmados por encima de lo que deseamos.



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