escrito por Mons. Victor Manuel Fernández
Enero 31
https://misionerosdigitales.com/wp-content/uploads/2020/01/31-de-Enero.mp3
«Espíritu Santo, tú eres Dios, abismo infinito de belleza donde se saciará toda mi sed de amor.
Mira mi interior, donde a veces habitan egoísmos, impaciencias, rechazos.
Regálame el don de la paciencia.
Quiero vivir el mandamiento del amor que me dejó Jesús, pero a veces me brotan malos sentimientos que se apoderan de mí.
A veces hago daño con mis palabras, con mis acciones, o con mi falta de amabilidad.
Ayúdame, Espíritu Santo, para que pueda mirar a los demás con tus ojos pacientes.
Quiero reconocer tu amor para todos los seres humanos, también para esas personas que yo no puedo amar con paciencia y compasión.
Todos son importantes para el corazón amante de Jesús, todos son sagrados y valiosos.
Nadie ha nacido por casualidad, sino que es un proyecto eterno de tu amor.
Libérame de condenar y de prejuzgar a los demás.
Quisiera imaginar sus sufrimientos, sus angustias, esas debilidades que les cuesta superar.
Ayúdame a encontrar siempre alguna excusa para disculparlos y para no mirarlos más con malos ojos.
Derrama en mí toda la paciencia que necesito.
Ven Espíritu Santo.
Amén.»
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«Espíritu Santo, tú eres Dios, abismo infinito de belleza donde se saciará toda mi sed de amor.
Mira mi interior, donde a veces habitan egoísmos, impaciencias, rechazos.
Regálame el don de la paciencia.
Quiero vivir el mandamiento del amor que me dejó Jesús, pero a veces me brotan malos sentimientos que se apoderan de mí.
A veces hago daño con mis palabras, con mis acciones, o con mi falta de amabilidad.
Ayúdame, Espíritu Santo, para que pueda mirar a los demás con tus ojos pacientes.
Quiero reconocer tu amor para todos los seres humanos, también para esas personas que yo no puedo amar con paciencia y compasión.
Todos son importantes para el corazón amante de Jesús, todos son sagrados y valiosos.
Nadie ha nacido por casualidad, sino que es un proyecto eterno de tu amor.
Libérame de condenar y de prejuzgar a los demás.
Quisiera imaginar sus sufrimientos, sus angustias, esas debilidades que les cuesta superar.
Ayúdame a encontrar siempre alguna excusa para disculparlos y para no mirarlos más con malos ojos.
Derrama en mí toda la paciencia que necesito.
Ven Espíritu Santo.
Amén.»