Diciembre 24-Y la Palabra se hizo carne



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El Espíritu Santo engendró a Jesús en el seno de María. Dice el Evangelio que ella «concibió un hijo por obra del Espíritu Santo» (Mateo 1,18).

De la misma manera, el Espíritu Santo puede hacer nacer a Jesús en nuestro interior, para que Jesús alegre nuestro corazón.

Pero no basta decir esto, que hoy se repite mucho. Porque la Navidad no es una celebración puramente íntima, no es un encuentro entre mi corazón y Jesús, como si no existiera nada más. El Espíritu Santo quiere hacer renacer a Jesús en toda mi existencia: en mi trabajo, en mis proyectos, en mis relaciones, en mi familia. Y lo más importante es que Jesús nazca entre nosotros, para ayudarnos a crear un mundo mejor, de fraternidad y justicia.

Porque a él no le agradamos sólo por nuestros dulces sentimientos, sino por nuestra docilidad llena de amor que nos lleva a comunicar a los demás lo que hemos recibido.

El Espíritu Santo siempre busca crear vida comunitaria, y una vida comunitaria cada vez más generosa y ejemplar. Por eso, a él no le basta con hacer nacer a Jesús en la intimidad de cada uno, sino en la vida compartida de cada familia, de cada grupo, de cada comunidad.




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