Con los brazos abiertos


La culpa puede ser tanta que podemos llegar a atentar contra quien nos hace sentir así: nosotros mismos.

Escuchaba hoy el comentario en boca de un sacerdote que el 5to. mandamiento nos dice "No matarás" y la mayoría decimos: " yo no he matado, ése mandamiento sí lo he cumplido"
Y oh sorpresa, sucede que el no matarás no sólo implica el privar de la vida a alguien, sino el no respetar la vida, el no promover la paz.

En la misa nos damos el saludo de paz: "La paz del Señor esté contigo" y éso es hermoso, porque le estamos deseando al otro que viva y que viva abundantemente como nos dijo Jesucristo.

Pero ¿qué necesitamos para poder vivir en paz? podríamos preguntarnos. "Yo no soy una persona peleonera. Yo no soy una persona agresiva, siempre estoy sonriendo y de buen humor. Entonces yo vivo en paz y promuevo la paz". podemos decir y con éso quedarnos muy tranquilos.

Pero ¿es realmente la verdad? ¿realmente estamos siendo sinceros con los demás y con nosotros mismos?

A los ojos del mundo podría parecer de ésa manera, pero no siempre lo que ven los ojos es la verdad. ¿Cuántas veces usamos máscaras para ocultarnos? ¿Cuántos de nosotros no podemos aparecer ante los demás como triunfadores, cuando en realidad llevamos dentro grandes cargas?

El peso de la carga puede llegar a ser tan pesado, que nos lleva a atentar contra nosotros mismos.
¿Te has preguntado alguna vez porqué te es casi imposible dejar de lado algún vicio o alguna mala costumbre?  ¿no te parece que puede ser una manera de autocastigarte por algo de lo que te sientes culpable?

Durante muchos años, fumé. Empecé a hacerlo por imitación, pero después en periodos de mucha tensión, fumaba mucho.
Finalmente, cuando empecé a conocer de la palabra de Dios, pero sobre todo, cuando pude descargar mi conciencia de tanta lacra como cargaba, pude dejar de fumar. Realmente me estaba haciendo daño, mis pulmones parecían reventar y yo no podía dejar de hacerlo.

Cuando perdonamos a las demás personas, encontramos paz. Cuando nos perdonamos a nosotros mismos, encontramos paz.

¿Cuántas veces dejamos ir oportunidades que nos pueden llevar a una vida mejor?
¿Cuántas veces nos autobloqueamos a nosotros mismos?
¿Te has preguntado alguna vez que puede ser el sentimiento de culpa lo que te hace lastimarte a tí mismo o misma, lo que te impide aceptar el empleo que mereces, lo que te impide ir por la casa que deseas, puedes y mereces tener?

En algunas denominaciones cristianas o iglesias separadas, se acostumbra decir frente a todos nuestras culpas, decir frente a la persona o personas ofendidas  que lo hemos ofendido de alguna manera. En la iglesia católica, no se acostumbra hacer de ésta manera.

Tenemos la gran bendición del sacramento de la Reconciliación o confesión.



Te voy a decir que cuando me confesé después de mucho tiempo, yo pensaba "qué bueno que hay sacerdotes para que no se enteren los demás de lo que he hecho".  Veía la confesión en un confesionario o a sólas con el sacerdote como una manera de ocultarme ante los demás, de seguir aparentando lo que yo pensaba, debían creer todos de mí.

Tenía miedo del castigo que Dios pudiera enviarme. Cada vez que me sucedía algo malo, yo pensaba que era un castigo que Dios me daba por algo que yo hubiera hecho mal.

No había realmente un arrepentimiento por mis actos, porque yo no consideraba que fueran malos, o que lo fueran totalmente. Había el deseo de no recibir un castigo, pero no arrepentimiento por el mal que hubiera hecho a otros o a mí misma.

Sin embargo, Dios nos conoce y Dios ha puesto en nosotros algo que se llama "conciencia" a la cual muchas veces ponemos mordaza para que no nos moleste, la secuestramos, la atamos y la encerramos en lo más recóndito de nosotros.,

Hacemos algo parecido con Dios que toca y toca desde dentro de nuestro corazón para que le permitamos inundar con su paz y su perdón todo nuestro ser.

Dios es maravilloso!!! El nos conoce, al crear al hombre Dios dijo "Es bueno". Es nuestra naturaleza la bondad, Dios nos hizo buenos. Nos desviamos del camino cuando pecamos, pero El siempre toca desde dentro para llenarnos con su paz.

Esa paz la obtenemos al hablar con El; al confesar lo que hemos hecho, al confesar aquello que nos aleja de El y que nos impide aceptarlo. Dios sabe lo que hemos hecho, porque nos conoce mejor que nosotros mismos, pues El nos creó. También sabe que necesitamos expresarlo para poder sacar de dentro nuestro lo que nos lastima. Y el pecado lastima, porque va contra nuestra naturaleza. Es como una herida con pus que necesita ser exprimida para que no se infecte.

El sacerdote es Cristo mismo cuando nos escucha en confesión. La Eucaristía u ostia es Cristo mismo que quiere dársenos por entero para que recibamos su paz.

Si estás cansado de llevar una carga pesada, Jesús te dice que su yugo es ligero, que no necesitas pagar más porque El ha pagado un precio muy alto por tí, porque te ama, te ama tanto como no puedes imaginarlo. Y te ama tanto, porque eres la más maravillosa Creación de Dios, porque eres bueno, porque Dios te creo bueno.

No sufras más, Cristo te espera con los brazos abiertos para conducirte a la paz, a la vida y a la vida en abundancia.