El día de Pentecostés ¿también descendió el Espíritu Santo sobre María, igual que a los apóstoles? ¿Qué pasó después con ella? ¿Vivió sola?..
El día de Pentecostés, el Espíritu Santo había descendido sobre María cuando vino sobre los Apóstoles y discípulos reunidos en la habitación del piso alto de Jerusalén. Sin duda, las palabras de S. Juan (19:27) "y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa", se refieren no sólo al tiempo entre Pascua y Pentecostés, sino que se extienden a toda la vida posterior de María.
Sin embargo, el cuidado de María no interfirió con el ministerio apostólico de Juan. Incluso los documentos inspirados (Hechos 8:14-17; Gálatas 1:18-19; Hechos 21:18) muestran que el apóstol estuvo ausente de Jerusalén en numerosas ocasiones, aunque debe haber participado en el Concilio de Jerusalén, en el 51 ó 52 d. de J.C. Debemos también suponer que en María se cumplían las palabras de Hechos 2:42: "perseveraban en oír la enseñanza de los apóstoles y en la unión, en la fracción del pan y en la oración". De este modo, María fue un ejemplo y una fuente de ánimo para la comunidad de los primeros cristianos.
Al mismo tiempo, debemos confesar que no poseemos ningún documento auténtico que hable directamente de la vida post-pentecostal de María.
Localización de su vida, muerte y enterramiento.
En cuanto a la tradición, existe cierto testimonio sobre la residencia temporal de María en o cerca de Efeso, pero es mucho más fuerte la evidencia de su hogar permanente en Jerusalén.
Argumentos a favor de Efeso.
La residencia de María en Efeso se basa en las siguientes pruebas:
Argumentos en contra de Efeso.
Estos argumentos a favor de la residencia o enterramiento de María en Efeso no son irrebatibles, si se los examina más detenidamente.
Argumentos contra Jerusalén
Se esgrimen dos consideraciones contrarias a la residencia permanente de Nuestra Señora en Jerusalén: primero, se ha señalado ya que S. Juan no se quedó permanentemente en la Ciudad Sagrada; segundo, se dice que los judíos cristianos dejaron Jerusalén durante los periodos de persecución judía (cf. Hechos 8:1; 12:1).
Mas como no podemos suponer que S. Juan haya llevado consigo a Nuestra Señora en sus expediciones apostólicas, debemos creer que la dejó al cuidado de sus amigos o parientes durante los periodos de su ausencia. Y existen pocas dudas de que muchos cristianos regresaron a Jerusalén cuando cesaron los peligros de las persecuciones.
Argumentos a favor de Jerusalén.
Independientemente de estas consideraciones, se puede apelar a las siguientes razones que apoyan la muerte y enterramiento de María en Jerusalén:
Se esgrimen dos consideraciones contrarias a la residencia permanente de Nuestra Señora en Jerusalén: primero, se ha señalado ya que S. Juan no se quedó permanentemente en la Ciudad Sagrada; segundo, se dice que los judíos cristianos dejaron Jerusalén durante los periodos de persecución judía (cf. Hechos 8:1; 12:1).
Mas como no podemos suponer que S. Juan haya llevado consigo a Nuestra Señora en sus expediciones apostólicas, debemos creer que la dejó al cuidado de sus amigos o parientes durante los periodos de su ausencia. Y existen pocas dudas de que muchos cristianos regresaron a Jerusalén cuando cesaron los peligros de las persecuciones.
Argumentos a favor de Jerusalén.
Independientemente de estas consideraciones, se puede apelar a las siguientes razones que apoyan la muerte y enterramiento de María en Jerusalén:
Otra evidencia a favor de la existencia de una tradición que sitúa la tumba de María en Getsemaní la consituye la basílica que fue erigida sobre el lugar sagrado, hacia finales del siglo IV o comienzos del V. La iglesia actual fue construida por los latinos en el mismo lugar en que se había levantado el antiguo edificio. (130)
Conclusión
Hemos visto que no hay seguridad absoluta sobre el lugar en el que María vivió después del día de Pentecostés. Aunque es más probable que permaneciera ininterrumpidamente en o cerca de Jerusalén, puede haber residido durante un tiempo en las cercanías de Efeso, y ello puede haber originado la tradición de su muerte y enterramiento en Efeso. Existe aún menos información histórica referente a los incidentes particulares de su vida. S. Epifanio (134) duda incluso de la realidad de la muerte de María; pero la creencia universal de la Iglesia no coincide con la opinión privada de S. Epifanio.
La muerte de María no fue necesariamente una consecuencia de la violencia; ni tampoco fue una expiación o un castigo, ni el resultado de una enfermedad de la que, como su divino Hijo, ella fue eximida. Desde la Edad Media prevalece la opinión que murió de amor, ya que su gran deseo era reunirse con su Hijo ya fuera disolviendo los lazos entre cuerpo y alma o rogando a Dios para que El los disolviese. Su muerte fue un sacrificio de amor que completó el sacrificio doloroso de su vida. Es la muerte con el beso del Señor (in osculo Domini), de la que mueren los justos. No hay una tradición cierta sobre el año en que murió María. Baronio en sus Anales se apoya en un pasaje del Chronicon de Eusebio para asumir que María murió en el 48 d. de J.C. Hoy se cree que este pasaje del Chronicon es una interpolación posterior. (135) Nirschl se basa en una tradición encontrada en Clemente de Alejandría (136) y Apolonio (137) que se refiere al mandato de Nuestro Señor a los Apóstoles para que fueran a predicar doce años en Jerusalén y Palestina antes de extenderse a las naciones del mundo; a partir de esto, él también llega a la conclusión de que María murió en el 48 d.C.
Su asunción a los cielos.
La Asunción de Nuestra Señora a los cielos ha sido tratada en un artículo especial. (138) La festividad de la Asunción es probablemente la más antigua de todas las festividades de María propiamente dichas. (139) En cuanto al arte, la Asunción ha sido un tema favorito de la Escuela de Siena, que generalmente representa a María siendo elevada a los cielos en una mandorla.
[111] Labbe, Collect. Concilior., III, 573
[112] Eusebius, Hist. Eccl., III, 31; V, 24, P.G., XX, 280, 493
[113] cf. Assemani, Biblioth. orient., Rome, 1719-1728, III, 318
[114] de fest. D.N.J.X., I, vii, 101
[115] cf. Arnaldi, super transitu B.M.V., Genes 1879, I, c. I
[116] Mém. pour servir à l´histoire ecclés., I, 467-471
[117] Dict. de la Bible, art. Jean, Marie, Paris, 1846, II, 902; III, 975-976
[118] cf. Le Camus, Les sept Eglises de l´Apocalypse, Paris, 1896, 131-133.
[119] cf. Polycrates, in Eusebius´s Hist. Eccl., XIII, 31, P.G., XX, 280
[120] In connection with this controversy, see Le Camus, Les sept Eglises de l´Apocalypse, Paris, 1896, pp. 133-135; Nirschl, Das Grab der hl. Jungfrau, Mainz, 1900; P. Barnabé, Le tombeau de la Sainte Vierge a Jérusalem, Jerusalem, 1903; Gabriélovich, Le tombeau de la Sainte Vierge à Ephése, réponse au P. Barnabé, Paris, 1905.
[121] hom. II in dormit. B.V.M., 18 P.G., XCVI, 748
[122] Handb. der Kath. Dogmat., Freiburg, 1875, III, 572
[123] de divinis Nomin., III, 2, P.G., III, 690
[124] et. XXIX, 4, P.L., LIV, 1044
[125] ep. CXXXIX, 1, 2, P.L., LIV, 1103, 1105
[126] cf. Assemani, Biblioth. orient., III, 287
[127] Apoc. apocr., Mariae dormitio, Leipzig, 1856, p. XXXIV
[128] P.G., V, 1231-1240; cf. Le Hir, Etudes bibliques, Paris, 1869, LI, 131-185
[129] P.L., LIX, 152
[130] Guerin, Jerusalem, Paris, 1889, 346-350; Socin-Benzinger, Palastina und Syrien, Leipzig, 1891, pp. 90-91; Le Camus, Notre voyage aux pays bibliqes, Paris, 1894, I, 253
[131] P.G., LXXXVI, 3288-3300
[132] Tobler, Itiner, Terr. sanct., Leipzig, 1867, I, 302
[133] Cf. Zahn, Die Dormitio Sanctae Virginis und das Haus des Johannes Marcus, in Neue Kirchl. Zeitschr., Leipzig, 1898, X, 5; Mommert, Die Dormitio, Leipzig, 1899; Séjourné, Le lieu de la dormition de la T.S. Vierge, in Revue biblique, 1899, pp.141-144; Lagrange, La dormition de la Sainte Vierge et la maison de Jean Marc, ibid., pp. 589, 600.
[134] haer. LXXVIII, 11, P.G., XL, 716
[135] cf. Nirschl, Das Grab der hl. Jungfrau Maria, Mainz, 1896, 48
[136] Stromat. vi, 5
[137] in Eus., Hist. eccl., I, 21
[138] The reader may consult also an article in the "Zeitschrift fur katholische Theologie", 1906, pp. 201 sqq.
[139] ; cf. "Zeitschrift fur katholische Theologie", 1878, 213.
Hemos visto que no hay seguridad absoluta sobre el lugar en el que María vivió después del día de Pentecostés. Aunque es más probable que permaneciera ininterrumpidamente en o cerca de Jerusalén, puede haber residido durante un tiempo en las cercanías de Efeso, y ello puede haber originado la tradición de su muerte y enterramiento en Efeso. Existe aún menos información histórica referente a los incidentes particulares de su vida. S. Epifanio (134) duda incluso de la realidad de la muerte de María; pero la creencia universal de la Iglesia no coincide con la opinión privada de S. Epifanio.
La muerte de María no fue necesariamente una consecuencia de la violencia; ni tampoco fue una expiación o un castigo, ni el resultado de una enfermedad de la que, como su divino Hijo, ella fue eximida. Desde la Edad Media prevalece la opinión que murió de amor, ya que su gran deseo era reunirse con su Hijo ya fuera disolviendo los lazos entre cuerpo y alma o rogando a Dios para que El los disolviese. Su muerte fue un sacrificio de amor que completó el sacrificio doloroso de su vida. Es la muerte con el beso del Señor (in osculo Domini), de la que mueren los justos. No hay una tradición cierta sobre el año en que murió María. Baronio en sus Anales se apoya en un pasaje del Chronicon de Eusebio para asumir que María murió en el 48 d. de J.C. Hoy se cree que este pasaje del Chronicon es una interpolación posterior. (135) Nirschl se basa en una tradición encontrada en Clemente de Alejandría (136) y Apolonio (137) que se refiere al mandato de Nuestro Señor a los Apóstoles para que fueran a predicar doce años en Jerusalén y Palestina antes de extenderse a las naciones del mundo; a partir de esto, él también llega a la conclusión de que María murió en el 48 d.C.
Su asunción a los cielos.
La Asunción de Nuestra Señora a los cielos ha sido tratada en un artículo especial. (138) La festividad de la Asunción es probablemente la más antigua de todas las festividades de María propiamente dichas. (139) En cuanto al arte, la Asunción ha sido un tema favorito de la Escuela de Siena, que generalmente representa a María siendo elevada a los cielos en una mandorla.
[111] Labbe, Collect. Concilior., III, 573
[112] Eusebius, Hist. Eccl., III, 31; V, 24, P.G., XX, 280, 493
[113] cf. Assemani, Biblioth. orient., Rome, 1719-1728, III, 318
[114] de fest. D.N.J.X., I, vii, 101
[115] cf. Arnaldi, super transitu B.M.V., Genes 1879, I, c. I
[116] Mém. pour servir à l´histoire ecclés., I, 467-471
[117] Dict. de la Bible, art. Jean, Marie, Paris, 1846, II, 902; III, 975-976
[118] cf. Le Camus, Les sept Eglises de l´Apocalypse, Paris, 1896, 131-133.
[119] cf. Polycrates, in Eusebius´s Hist. Eccl., XIII, 31, P.G., XX, 280
[120] In connection with this controversy, see Le Camus, Les sept Eglises de l´Apocalypse, Paris, 1896, pp. 133-135; Nirschl, Das Grab der hl. Jungfrau, Mainz, 1900; P. Barnabé, Le tombeau de la Sainte Vierge a Jérusalem, Jerusalem, 1903; Gabriélovich, Le tombeau de la Sainte Vierge à Ephése, réponse au P. Barnabé, Paris, 1905.
[121] hom. II in dormit. B.V.M., 18 P.G., XCVI, 748
[122] Handb. der Kath. Dogmat., Freiburg, 1875, III, 572
[123] de divinis Nomin., III, 2, P.G., III, 690
[124] et. XXIX, 4, P.L., LIV, 1044
[125] ep. CXXXIX, 1, 2, P.L., LIV, 1103, 1105
[126] cf. Assemani, Biblioth. orient., III, 287
[127] Apoc. apocr., Mariae dormitio, Leipzig, 1856, p. XXXIV
[128] P.G., V, 1231-1240; cf. Le Hir, Etudes bibliques, Paris, 1869, LI, 131-185
[129] P.L., LIX, 152
[130] Guerin, Jerusalem, Paris, 1889, 346-350; Socin-Benzinger, Palastina und Syrien, Leipzig, 1891, pp. 90-91; Le Camus, Notre voyage aux pays bibliqes, Paris, 1894, I, 253
[131] P.G., LXXXVI, 3288-3300
[132] Tobler, Itiner, Terr. sanct., Leipzig, 1867, I, 302
[133] Cf. Zahn, Die Dormitio Sanctae Virginis und das Haus des Johannes Marcus, in Neue Kirchl. Zeitschr., Leipzig, 1898, X, 5; Mommert, Die Dormitio, Leipzig, 1899; Séjourné, Le lieu de la dormition de la T.S. Vierge, in Revue biblique, 1899, pp.141-144; Lagrange, La dormition de la Sainte Vierge et la maison de Jean Marc, ibid., pp. 589, 600.
[134] haer. LXXVIII, 11, P.G., XL, 716
[135] cf. Nirschl, Das Grab der hl. Jungfrau Maria, Mainz, 1896, 48
[136] Stromat. vi, 5
[137] in Eus., Hist. eccl., I, 21
[138] The reader may consult also an article in the "Zeitschrift fur katholische Theologie", 1906, pp. 201 sqq.
[139] ; cf. "Zeitschrift fur katholische Theologie", 1878, 213.