por María Inés Casalá
Mensaje del encuentro:
El Espíritu nos anima.
Contenidos:
Somos obra de Dios, somos personas cuando nos relacionamos con el otro, con la sociedad, con la creación, con Dios y vivimos como hijos, al servicio de los demás, construyendo nuevos caminos, como hermanos, como familia, como pueblo. Animados por el Espíritu y acompañados por María.
Primer momento:
Proponemos la realización de una dinámica grupal.
- Cada chico piensa, en forma personal, una virtud y un defecto propio y los escribe en un papel.
- Se forman grupos de cinco o seis participantes. Cada chico cuenta lo que escribió y, entre todos, comentan qué les parece.
- Entre todos, escriben en un papel afiche, las virtudes y los defectos de cada uno, de tal manera que no se pueda saber a quién pertenece cada uno.
- Los grupos pasan al frente y pegan el afiche en el pizarrón. El resto de los compañeros debe decir a quién pertenece cada defecto y cada virtud.
- Comentar lo que ocurrió y obtener conclusiones de la actividad: nos conocemos, no nos conocemos, qué sorpresas hubo, con qué no estamos de acuerdo…
- Dejar pegados en el frente del aula los carteles.
- Comentar con todos los grupos reunidos:
- ¿Somos siempre iguales o podemos cambiar a través del tiempo? ¿Qué podemos hacer con nuestros defectos y virtudes?
- ¿Necesitamos ayuda o podemos cambiar solos?
- ¿Quiénes y cómo nos ayudan a crecer?
Iluminación:
Leer Hechos 2, 1 - 8 y conversar, guiados por el catequista.
- ¿Qué pasó con los apóstoles?
- ¿Por qué perdieron el miedo?
- ¿Podemos decir que los apóstoles crecieron? ¿Por qué?
- ¿De dónde obtuvieron las fuerzas necesarias para poder anunciar a Jesús? ¿Cómo pudieron pasar del miedo hasta ser capaces de dar la vida por Jesús?
- ¿Cuando recibimos nosotros el Espíritu Santo?
- ¿Qué nos brinda a cada uno?
Respuesta:
- ¿Cómo hacemos para hacer crecer los dones que el Espíritu derrama sobre nosotros?
- ¿Cómo crecemos en sabiduría, ciencia, fortaleza, consejo, piedad, temor de Dios y entendimiento?
Oración:
Ven Espíritu Santo y derrama tus dones sobre nosotros para que, con ellos, podamos vivir como hermanos, hijos de un Padre Dios que nos ama y se preocupa para que cada día crezcamos no sólo de tamaño, sino también en nuestra capacidad de amarlo y amar a los hombres.
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