Alicia busca a Dios




Un día, una niña llamada Alicia pensó: “Quisiera conocer a Dios. ¿Dónde lo podré encontrar?”.

Dios escuchó su pregunta y a la mañana siguiente le regaló un bello amanecer. Pero Alicia no le dio importancia. En el colegio, le preguntó a la profesora de religión y ella le respondió:
Dedica todos los días unos minutos a estar en silencio y sentirás a Dios.

Alicia lo intentó, pero no lo consiguió, pues le gustaba mucho hablar.

Dios deseaba que Alicia lo encontrara así que siguió enviándole señales de su presencia. Una tarde, unos pajaritos se posaron en su ventana y comenzaron a piar una bella melodía, pero Alicia estaba tan distraída jugando que no los oyó.

Salió a pasear al parque y entró en una iglesia. Pero allí sólo vio imágenes inmóviles que no hablaban, y se marchó de allí.

Cuando llegó a su casa, su madre se acercó y le dio un beso. Alicia no se dio cuenta; estaba muy ensimismada pensando en cómo podía encontrar a Dios.

Esa misma noche se acostó muy triste porque le parecía que era imposible encontrarse con Dios. Pero mientras dormía, Dios le dijo en sueños:
Alicia, hoy te he enviado muchas señales: el bello amanecer, los pajaritos, la iglesia y el beso de tu mamá. Todos son regalos para que te puedas encontrar conmigo.

Al día siguiente, Alicia sintió un cambio muy importante en su interior. Al fin lo había encontrado. Sintió que Dios estaba en su corazón, en las personas cercanas y en la naturaleza.

Para reflexionar (Don de Ciencia):
Los Documentos del Concilio Vaticano II, finalizan con una serie de mensajes a diversos destinatarios. Entre ellos, encontramos el Mensaje a los Intelectuales y Científicos, del cual transcribiremos algunas frases que nos pueden ayudar a reflexionar la relación que existe entre la fe y la ciencia y qué es lo que espera la Iglesia de los científicos.

Un saludo especial para vosotros, los buscadores de la verdad, a vosotros los hombres del pensamiento y de la ciencia, los exploradores del hombre, del universo y de la historia; a todos vosotros, los peregrinos en marcha hacia la luz, y a todos aquellos que se han parado en el camino, fatigados y decepcionados por una vana búsqueda… No podemos dejar de encontrarnos. Vuestro camino es el nuestro. Vuestros senderos no son nunca extraños a los nuestros… Nosotros somos los amigos de vuestra vocación de investigadores, los aliados de vuestras fatigas, los admiradores de vuestras conquistas; y, si es necesario, los consoladores de vuestros descorazonamientos y fracasos.

También para vosotros tenemos un mensaje, y es éste: continuad, continuad buscando, sin desesperar jamás de la verdad…

Pero no olvidéis: si pensar es una gran cosa, pensar ante todo es un deber, sobre todo para el que cierra voluntariamente los ojos a la luz. Pensar también es una responsabilidad…

Por eso, si turbar vuestros pasos, sin ofuscar vuestras miradas, queremos ofreceros la luz de nuestra lámpara misteriosa, la fe… Nunca, quizás, gracias a Dios ha aparecido tan clara como hoy la posibilidad de un profundo acuerdo entre la verdadera ciencia y la verdadera fe, sirvientes una y otra de la única verdad".

El don de ciencia, nos permite juzgar correctamente las cosas creadas y conocer los misterios de la obra de Dios. Este conocimiento no se puede fundar únicamente en la experiencia, sino que estamos todos llamados a, de alguna manera, tratar de conocer los misterios del hombre y del universo.