Preparando Pentecostés:
Fuente: BuenasNuevas.com
El evangelio de Lucas presenta con profundidad el protagonismo del Espíritu Santo en el proyecto de Dios. En todo el texto se suceden las citas y referencias que nos señalan su acción, en especial sobre Jesús. Desde su nacimiento, la vida de Jesús va a estar animada por el Espíritu de Dios, que habita en él y lo guía en la realización de la voluntad del Padre. La vida cristiana es seguimiento de Jesús, hijo de Dios y su enviado, que nos revela el Reino. Una recorrida por el evangelio de Lucas nos ayuda a descubrir el dinamismo que movía a Jesús: la presencia del Espíritu en su persona, en su práctica y en toda su vida.
María, madre de Jesús en la vida del Espíritu (Lc. 1, 26-38)
Desde su concepción el Espíritu habita en Jesús. La virgen María recibe el anuncio del Señor y acepta su voluntad. El sí de María abre las puertas de la salvación esperada. El Dios de la Vida se encarna para anunciarnos su Reino como uno de nosotros. Dios se hace hermano y cercano.
La virgen sigue actuando. Acerquémonos a ella para haga nacer a Jesús en nuestras vidas. Para crecer en la vida del Espíritu el mejor comienzo es la compañía de María. Ella da a luz en nosotros al Dios del Reino, el que nos enseña con su canto del Magnificat, el rostro de Dios vivo, que se hará vida e historia en Jesús de Nazaret.
El llamado de Dios (Lc. 3, 21-22)
En el evangelio de Lucas el bautismo de Jesús se presenta como el momento en que Dios le revela su vocación y su misión.
«Del cielo llegó una voz: Tú eres mi Hijo, el Amado; tú eres mi Elegido. «
El texto señala la presencia del Espíritu Santo que desciende sobre Jesús en el signo de la paloma (notar que Lucas no habla de la presencia de una paloma sino de la manifestación del Espíritu que se aprecia externamente como la aparición de una paloma).
Luego de su bautismo los cuatro evangelios concuerdan en que Jesús inicia la predicación del Reino (Mc. 1, 9 ss; Mt. 3, 13 ss; Jn. 1, 32 ss); también los cuatro son claros al señalar la intervención de Dios y la presencia del Espíritu sobre la persona de Jesús.
La preparación (Lc. 4, 1-13)
Los tres sinópticos, Marcos, Mateo y Lucas, relatan la partida al desierto como preparación para la predicación de Jesús. Lucas señala con claridad la presencia del Espíritu que llena la persona de Jesús y como él se deja conducir por el Espíritu.
La experiencia de la soledad y la oración ayudan al discernimiento de la voluntad de Dios. La fuerza de Jesús es la Palabra de Dios, como lo observamos en la respuesta a cada tentación.
La misión (Lc. 4, 14-30)
Después de los cuarenta días en el desierto (número simbólico asociado al tiempo de estadía del pueblo de Dios a la salida de Egipto, en su camino a la Tierra Prometida por Dios; y al tiempo que había pasado el profeta Elías en el desierto - 1 Rey. 19, 1 ss) el evangelio de Lucas nos ofrece la proclamación de la misión de Jesús en Nazaret.
El texto se inicia con la afirmación «Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu...» y nos muestra al Señor recorriendo los pueblos y enseñando en las sinagogas.
Al llegar a su pueblo, Nazaret, y presentarse en la casa de oración, Jesús presenta su misión con las palabras del profeta Isaías, que había anunciado la llegada de la «Buena Noticia para los pobres». El mensaje liberador de Dios es asumido por Jesús, quien proclama que se cumple en él la Palabra de Dios, «El Espíritu del Señor está sobre mí.» Jesús presenta su misión y la asocia al anuncio de Isaías que proclamaba las buenas nuevas para los pobres y oprimidos. La práctica de Jesús va a estar orientada de aquí en más a la explicitación a través de obras y palabras de este anuncio de vida nueva que Dios ofrece para todos. Es el proyecto de vida del Padre que Jesús comienza a construir con su predicación: el Reino de Dios, centro y corazón de su mensaje.
La acción de gracias por el Reino (Lc. 10, 17-24)
Al comenzar su predicación Jesús convoca a un grupo de seguidores, a quienes llama a acompañarlo y compartir sus enseñanzas. El Señor constituye una comunidad para transmitir su mensaje y compartir sus obras.
Al tiempo de estar con él, y habiendo vivido la experiencia de encuentro con su persona y su mensaje, los envía a anunciar la Buena Nueva (apóstoles, Lc. 9, 1ss y discípulos, Lc. 10, 1ss).
Al regreso de la misión de sus discípulos el Espíritu mueve a Jesús a la oración de acción de gracias al Padre. Los biblistas acuerdan en que hay grandes posibilidades que las palabras de esta oración (que Lucas pone en boca de Jesús) hayan salido de los mismísimos labios de Jesús.
El Señor da gracias porque el Dios de la Vida revela las cosas del Reino a los pobres y sencillos (los pequeños).
El Espíritu de Dios anima esta alabanza de Jesús, fruto de su alegría al descubrir la construcción del Reino que el Padre promueve a través de sus seguidores (varones y mujeres - ver Lc. 8, 1-3 ).
El camino de Jesús en el Espíritu
Los cinco textos del evangelio de Lucas que comentamos tienen en común señalar la acción del Espíritu Santo en la vida de Jesús.
Una mirada de conjunto de los cinco permite reconocer el itinerario del Espíritu en el camino de Jesús:
Engendra la vida de Jesús
Confirma su identidad y vocación
Lo guía en su preparación
Lo anima en la presentación de su misión
Lo impulsa a reconocer la acción de Dios en sus seguidores
A la luz de la acción del Espíritu en la vida de Jesús podemos descubrir un camino de conversión y compromiso con la causa de Jesús y el proyecto del Padre: el Reino de Dios.
Para reflexionar sobre la vida del Espíritu en nuestra persona y comunidades
|
1) Engendra la vida de Jesús
Leer el texto de Lc. 1, 26-38.
Reconocer los versículos que nos hablan de la acción del Espíritu.
Rumiar el texto descubriendo las actitudes de María.
Para que el Espíritu haga nacer a Jesús en nuestro interior debemos, como la virgen, «hacer vida la Palabra de Dios».
¿Qué significan las palabras de María en tu propia vida y en tu comunidad?
¿Qué nos pide Dios hacer para cumplir su voluntad?
¿Qué actitudes y acciones nuestras y de nuestra comunidad dan a luz a Jesús y al Reino, es decir engendran hoy la vida del Espíritu en nuestra realidad?
|
2) Confirma su identidad y vocación
Leer el texto de Lc. 3, 21-22
Reconocer los versículos que nos hablan de la acción del Espíritu.
Rumiar el texto descubriendo los detalles de la escena. Observar la conjunción de las tres personas de la Trinidad. Releer en silencio las palabras que el Padre dirige a Jesús.
Dios nos ama y nos elige, ¿para qué? ¿cuándo hemos experimentado su llamado? ¿cuándo descubrimos nuestra vocación? ¿nos llama nuevamente el Señor? ¿en qué nuevas circunstancias descubrimos nuevos llamados? Compartir en comunidad, llamados, desafíos y compromisos a los cuales Dios nos invita hoy. |
3) Lo guía en su preparación
Leer el texto de Lc. 4, 1-13
Reconocer los versículos que nos hablan de la acción del Espíritu.
Rumiar el texto revisando las diferentes situaciones de tentación que Jesús va enfrentando. Prestar atención a sus respuestas. ¿Qué aprendemos de su práctica y sus palabras?
A la luz del Espíritu aplicar cada una de las tentaciones de Jesús a nuestra propia vida, ¿en qué las observamos? ¿cómo superarlas?
Revisar nuestras comunidades cristianas y su práctica, ¿qué tentaciones pueden dificultar nuestro caminar? |
4) Lo anima en la presentación de su misión
Leer el texto de Lc. 4, 14-30
Reconocer los versículos que nos hablan de la acción del Espíritu.
Rumiar el texto descubriendo la misión que el mismo Jesús se aplica a sí mismo. Reconocer en la vida de Jesús hechos y palabras relacionados con el anuncio de Isaías. ¿Cómo vivió Jesús lo que anunció y presentó en la sinagoga de Nazaret?
A partir de nuestras prácticas revisar si el Espíritu del Señor habita en nuestras comunidades... ¿tenemos las prioridades que Jesús señala? ¿hacemos lo que a Dios le gusta (leer Mt. 25, 31-46 y relacionar con las palabras de Jesús)?
¿Cómo vivir la vida del Espíritu que agrada a Dios (haciendo lo que El llama «Buenas Noticias para los pobres»)? |
5) Impulsa a reconocer la acción de Dios en sus seguidores
Leer el texto de Lc. 10, 17-24
Reconocer los versículos que nos hablan de la acción del Espíritu.
Rumiar el texto descubriendo el proceso interior que vive Jesús: llegan sus discípulos, le cuentan su experiencia, él escucha, les enseña... y movido por el Espíritu, lleno de alegría alaba y agradece al Padre.
¿Descubrimos con alegría como Jesús la acción del Reino entre los pequeños y marginados de nuestra sociedad?
¿Apreciamos, valoramos, nos sorprendemos... por el crecimiento del Reino allí donde el Padre lo quiere dar a luz?
¿Agradecemos a Dios por los pequeños signos de vida nueva que están presente entre nosotros? Hacer una lluvia de experiencias de la vida del Reino que reconocemos en nuestras comunidades y en la sociedad que vivimos.
Discernir juntos por dónde pasa las semillas del Reino hoy y cómo debemos responder para que crezcan. Dar gracias al Señor en oración espontánea.
|
|